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Las historias de intolerancia racial se han multiplicado a raíz del triunfo de Donald Trump.
Según datos de organismos defensores de los derechos humanos como la organización Southern Poverty Law Center (SPLC) los reportes de ataques motivados por el odio superaron los 200 en la primera semana posterior a la elección.
Niños latinos recibidos en la escuela con cánticos ofensivos, mujeres despojadas de sus burkas en centros comerciales, mexicanas amenazadas con ser víctimas de abuso sexual, esvásticas en paredes junto a frases como “Hagamos a Estados Unidos más blanco otra vez”.
Hasta el Ku Klux Klan está de fiesta. La organización racista se siente tan viva y aceptada que ha convocado a marchar por la victoria el próximo 3 de diciembre en Carolina del Norte.
Y es que la segregación no era ni de lejos un tema resuelto. En Cleveland hay cuatro escuelas que lo ilustran con claridad. En la D. M. Smith Middle School y la East Side High School solo asisten alumnos de raza negra. Están, por otro lado, la Margaret Green Junior High School y la Cleveland High School que son exclusivas para blancos. Actualmente la Junta Escolar de la ciudad se encuentra en negociaciones para la creación de una escuela neutral en la que se puedan integrar todos, pero no se ha llegado a un acuerdo para utilizar alguno de los planteles existentes.
En el 2015 se supo de cinco mil 850 incidentes criminales y al menos seis mil 885 ofensas relacionadas con cuestiones étnicas, religiosas y de orientación sexual, seis por ciento más que en todo el 2014. El tema, pues, no es nuevo.
Lo que sí es nuevo es el panorama para los llamados dreamers. Apenas en el 2012, gracias a una decisión de Barack Obama, casi un millón de jóvenes indocumentados pudieron pedir permisos de trabajo renovables cada dos años y adquirir un número de seguridad social. En algunos estados les dieron licencias de conducir y les permitieron abrir cuentas bancarias. Pudieron, al fin, salir de la clandestinidad.
Hoy, esos estudiantes están sumidos en el miedo y la incertidumbre. Ante la amenaza de ser expulsados, piden al mismo Obama una acción definitiva que evite su deportación en el futuro. Representan un gran capital humano. Quieren estudiar, trabajar y simplemente existir sin tener que esconderse. Muchos de estos “soñadores” tienen hermanos menores nacidos en Estados Unidos. La dolorosa posibilidad de que sus familias terminen separadas está latente. Así, de golpe, el sueño puede convertirse en pesadilla.
“El huerfanito”. Una reportera preguntó al secretario de Turismo, Enrique de la Madrid, sobre el plan de contingencia ante un eventual acto de violencia contra los estadounidenses que se espera asistan el 21 de noviembre al Estadio Azteca a ver el partido de la NFL.
—La verdad es que no lo habíamos contemplado, pero vamos a tomarlo en cuenta. —Esa fue la respuesta. Un ejemplo de cómo nos preparamos para los diferentes escenarios de este lado de la frontera.