El cambio en el que muy pocos creían acaba de ocurrir. Con base en la palabra, Donald Trump surge a la dimensión en la que muchos habían querido verlo: la del genuino líder. Si hace unos días estaba en duda, ahora tiene una sólida base para concluir al menos su primer mandato.

En su primera presentación ante el Congreso, el martes pasado, el presidente de Estados Unidos terminó de convencer a los suyos, los republicanos, de su liderazgo; sorprendió gratamente a sus oponentes, los demócratas; comenzó a limar asperezas con la prensa, y puso los cimientos de una eventual reconfiguración de su imagen y su consenso.

En su discurso, que duró 60 minutos y fue ovacionado en 92 ocasiones, exhibió una nueva estrategia. Al menos ese día, tomó distancia de Twitter, se ajustó a los cánones de la política, leyó un discurso bien estructurado y comenzó a convertir el desencanto en fascinación.

Las opiniones favorables que generó con los mismos temas de su campaña y que ha mantenido durante los primeros días de su mandato, lo mantienen en un nivel de aceptación bajo, que oscila entre 39%, de CBS News, y 44%, de NBC News, y lo llevaron a usar sólo una vez Twitter al día siguiente, con una palabra: “Gracias”, con lo que tal vez ha comenzado a mudar su arrogancia en humildad.

Si se percata de que ésta puede darle tantos o más frutos que aquélla, probablemente el mundo tenga frente a sí la esencia de Trump, pero presentada de una manera más amable y decente. En la defensa de ideales e intereses se puede y se debe ser firme y hasta inflexible, pero no hay razón para ser agresivo ni majadero. En política, dialogar, escuchar y aceptar al que disiente es una virtud.

Por el contenido del discurso del jefe de la política norteamericana, sus objetivos no van a varias. Los ratificó. Algunos de ellos simplemente los cambió en el tono o en la conceptualización, como el de la política migratoria integral. Pero lo que le empezó a generar el respaldo de pesimistas, escépticos o desilusionados fue la reiteración de lo que algunos despistados consideran “populismo”.

Si su propósito de poner primero a sus gobernados con mejores empleos, salarios y estándares de vida para que Estados Unidos vuelva a ser grande, ese populismo, en efecto, lo es. Pero en ese caso debe ser despojado de toda connotación peyorativa o perniciosa. ¿Qué sociedad no querría que sobre esa base sus gobernantes fueran “populistas”?

Si mantiene como objetivo fundamental de su administración trabajar por el pueblo, como lo reiteró, y con ello obliga a las empresas a que trabajen en el territorio de la Unión Americana para beneficiar a millones de trabajadores, ¿dónde puede estar el motivo de reproche? ¿Cuántos ciudadanos no sueñan con que sus autoridades hagan lo mismo?

La idea que se tiene del líder, del inglés leader, conlleva la cualidad de ser cabeza, de estar adelante. Para decidir, conducir, dirigir. Es tar a la vanguardia en cualquier ámbito o dimensión, comenzando por la familia, implica el deber de guiar a los demás. El padre en ésta, como el político en el Estado, tienen el compromiso moral de llevar por el mejor camino a los suyos. El fin último es la felicidad.

Si esa es la meta del presidente de Estados Unidos, ¿no merece elogio, antes que reproche? ¿No ha ocurrido eso con quienes han actuado en esa vertiente? ¿No ocurriría lo mismo con cualquiera que actuase del mismo modo?

El liderazgo es el cimento del estadista. Uno actúa para el momento con acierto y eficacia. Por eso la gente lo sigue y lo apoya; el otro lo hace para el presente, pero sobre todo viendo al futuro. Uno y otro, lejos de vivir de la política y viviendo para la política, instrumento al que apelan para servir a los demás, invariablemente son dignos de grata memoria. Ambos están muy lejos del politicastro venal, que sólo piensa para el momento y para sí.

Del magnate hay mucho que ver todavía. Sus palabras tienen que traducirse en hechos. Ese es su gran desafío para consolidar su naciente liderazgo. Está empezando. Pero sin perder de vista sus ideales, ha comenzado a moderarse. Eso es loable.

De mantenerse en esa vertiente y acentuar su nueva actitud, es de esperar que escuche, que sea más anuente y que, sin renunciar a sus anhelos, admita la realización de los que legítimamente también tienen otros. Acaso entonces, empezará a nacer el estadista. De su serie The Apprentice, podría pasar a la nueva temporada de House of Cards.

SOTTO VOCE… Crece el escándalo relacionado con el mal manejo del Canal Judicial. La investigación que se lleva a cabo en la Suprema Corte sobre el caso arrojará datos muy comprometedores para sus ex directivos… Una verdadera jauría se ha desatado contra el senador Miguel Barbosa por apoyar a Andrés Manuel López Obrador. Empero, otros importantes perredistas están en esa misma perspectiva. De seguir igual, el PRD terminará con guardianes, pero sin nadie a quién cuidar. Salvo que pronto reflexione y acepte que el único símbolo del decoro y la posibilidad de postular un candidato con la fuerza para competir por esa izquierda, es el doctor Miguel Ángel Mancera… Sinaloa, completamente deshecho pese a su reciente cambio de gobernador. La sombra de un antecesor, al parecer, tiene asfixiada a la entidad y a sus autoridades.

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@mariobeteta

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