En México deberían existir más políticos que vivan para la política. Hoy, la mayoría vive de ella. Esta práctica priva por doquier, pero aquí se rompen muchos límites. Sin el menor rubor, se tocan algunos extremos. Es la piedra angular que lo permea todo y cierra caminos y opciones hacia el futuro.

La política, que teóricamente debería ser reflejo y expresión continuos de la más alta moral pública, o sea de la Ética, representa todas las formas de aprovechamiento individual y grupal de los recursos públicos.

La mayoría de quienes aspiran a conquistar un cargo o ya lo desempeñan, no ven en él las posibilidades y obligaciones que les da para servir. Cuando lo usan para servirse, se traduce en la desnaturalización total de la función de las magistraturas.

La descomposición institucional y social tiene costos muy altos por la inobservancia de las leyes y todos los pagamos.

Una de las instituciones donde se ven casi a diario las peores expresiones de abuso y exceso, es en el Congreso federal. Pareciera que la mayoría de los senadores y diputados —salvo excepciones, que afortunadamente también las hay— estuviera empeñada en hacer visible y ostensible su insaciabilidad e insensibilidad.

Las considerables dietas que les pagamos los contribuyentes son de las más altas en el mundo. Pero eso es quizá lo menos significativo. Es de lo que se informa a la ciudadanía. Lo que reciben adicionalmente por innumerables conceptos quizás duplique o triplique su ingreso nominal. Es la parte opaca, oscura y depravada que no se da a conocer.

El multimillonario presupuesto que ejercen las Cámaras Baja y Alta está a la completa disposición y uso discrecional de los representantes de los partidos.

Los cuantiosos montos que se les asignan, que deberían servir para dar buenos resultados de su actuación, con buenas leyes en favor de la ciudadanía, se traducen justamente en el efecto contrario. ¿Por qué? Porque la base del poder en todos los países está en los cuerpos soberanos, que encarnan la voluntad general. Se da por hecho que en esos órganos deliberativos es donde se hacen las normas mirando a una sociedad mejor. Es a partir de ellos donde se construye la calidad de la sociedad que cada estadista se propone como objetivo central, como su primer deber.

Empero, en México éste no es el fin del aparato de representación. Las leyes que aprueba, en un ejercicio regular de sus atribuciones, muchas veces no buscan el bien común. Casi siempre conllevan el interés y/o la conveniencia de un partido o de un poder particular.

De ahí las expresiones clásicas del arreglo “en lo oscurito” y la de los tradicionales moches.

El bono de Navidad de 150 mil pesos que se han autoasignado los diputados, y el que seguramente ya se repartieron los senadores, los ministros, magistrados, gobernadores, alcaldes, legisladores locales, funcionarios de alto rango, es el principal nutriente del sistema de poder establecido. Es lo que lo hace indestructible.

Por años, éste alcanzó únicamente al PRI, por su condición de partido cuasi único-hegemónico-dominante-mayoritario-opositor. Hoy, todos los partidos, amalgamados, aliados, en alianza o en connivencia son una totalidad, fundada esencialmente en la colusión. Su obligación de actuar mirando por el bien de la gente, es bastante secundario. Algunas veces inexistente.

Mientras no se desmantelen esas redes de intereses y no se diluyan las dudas sobre el uso del erario mediante una política constante de transparencia que acredite un mínimo de honestidad, los usos, las costumbres, los vicios y los excesos se seguirán perpetuando.

Cuando alguien incida en esa vertiente, se empezarán a ver una sustancia, propósitos y fines de las leyes muy distinto de los que han prevalecido por décadas. Tal es la “esperanza real” que se puede esperar de una transformación genuina y verdadera.

Si se sigue en la misma vertiente, ese costosísimo y gravísimo error se pagaría en la próxima Legislatura, para la que se podrían reelegir congresistas y munícipes. Un gran número de ellos no merecerían ese privilegio para seguir traicionando a sus electores.

SOTTO VOCE… Luis Serna se recupera exitosamente de una intervención quirúrgica a la que recién fue sometido. En paralelo, continúa pendiente de su agenda. Le deseamos pronta recuperación y le enviamos un abrazo afectuoso y sincero... La ruta que han comenzado a seguir algunos normalistas de Ayotzinapa contra el Ejército, atacándolo en su cuartel, es totalmente equivocada. Cometieron ese error en Guerrero. Pero están a tiempo de rectificar... En la recta final por la gubernatura del Estado de México, sólo quedan un hombre y una mujer. Él es Carlos Iriarte Mercado. Ella es Ana Lilia Anzaldo.

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@mariobeteta

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