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El asesinato del embajador ruso en Ankara a manos de un atacante identificado como Mevlut Mert Altintas, puede abordarse desde varias vertientes, señalo algunas: (a) El aumento del terrorismo en Turquía y en general, la inestabilidad en el país; (b) la participación directa tanto de Turquía como de Rusia en la guerra siria, pero en bandos opuestos, lo que implica también la conflictiva en las relaciones Ankara-Moscú; (c) concretamente, los ataques rusos en sitios como Aleppo contra militantes varios (como Al Nusra, filial de Al Qaeda en Siria), o en otras partes de Siria contra ISIS, y el creciente número de actores no-estatales que se han convertido en enemigos de Rusia con el potencial de devolver golpes a Moscú a través de ataques terroristas; (d) la porosidad en las líneas que dividen a esos actores no-estatales; y (e) el creciente rol de atentados perpetrados por “lobos” o actores solitarios, no vinculados operativa o logísticamente con organización alguna, pero sí inspirados por estas. Explico los puntos anteriores:
Primero, como se ha indicado en este espacio, el terrorismo en Turquía se mantiene en aumento. En su última publicación de noviembre, el Índice Global de Terrorismo ubica a Turquía como el país número 14 de un total de 163 medidos en cuanto a esta clase de violencia en el planeta, y como uno de los seis países en donde las muertes por terrorismo crecieron más en el último año. Este ha sido uno de los efectos del involucramiento de Turquía en la guerra siria, primero contra el gobierno de Assad, a través de financiar y armar a ciertas milicias rebeldes. Cuando en 2015, Erdogan toma la determinación de intervenir ya no indirecta, sino directamente, Ankara decide irse al mismo tiempo contra Assad a través de un respaldo aún mayor a las milicias que ya apoyaba, contra los kurdos (tanto en Siria como en Irak), quienes Ankara veía crecer en influencia y territorio, y contra ISIS. Desde entonces, los ataques terroristas en Turquía a manos de ISIS y a manos de los kurdos han aumentado considerablemente.
Adicionalmente, el 15 de julio ocurrió un intento de golpe de Estado en ese país, el cual, si bien fracasó, ocasionó una enorme inestabilidad política. Entre otras repercusiones, esta intentona causó que Erdogan mandara a arrestar o despidiera a cientos de generales, mandos medios y personal del ejército. El gobierno turco ha culpado del golpe a Fetullah Gulen, un político islamista, ex aliado del presidente, y que actualmente vive en Estados Unidos tras un autoimpuesto exilio desde el golpe militar de 1997. Se sabe que el movimiento gulenista se fue infiltrando paulatinamente en el poder judicial y en las fuerzas de seguridad y militares del país. Algunos funcionarios del gobierno, dijeron ayer que una de las líneas de investigación es la pertenencia de Altintas al movimiento gulenista.
Segundo, Rusia también interviene en Siria de manera indirecta desde el inicio de la guerra, pero en el bando contrario, armando y financiando a Assad su aliado, y desde 2015, directamente mediante bombardeos. Esto opone frontalmente a Moscú con Ankara en una historia que ha tenido severos episodios de tensión como hace un año, cuando Turquía derribó un avión ruso. De tal modo, quien llevó a cabo el actual atentado, pudo tener entre sus objetivos el incrementar las tensiones entre Erdogan y Putin. Ya habrá en Moscú quien esté elevando en la agenda temas como la falta de protección a su embajador, o la falta de controles de seguridad cuando quien disparó fue un oficial de las fuerzas especiales de la policía turca.
Tercero, la incursión del Kremlin en defensa de su aliado Assad, y especialmente con la intensidad con la que lo ha hecho, coloca a Rusia como objetivo natural para toda clase de grupos que operan en Siria. Muy específicamente podríamos hablar de Al Qaeda, quien tiene una filial en ese conflicto (Al Nusra), y que ha sido ferozmente combatida por Moscú como ahora mismo en Aleppo, y de ISIS, otro blanco de los bombardeos del Kremlin. ISIS ya ha atentado contra Rusia en otros momentos, uno de ellos en 2015, cuando la filial egipcia de este grupo derribó un avión de pasajeros ruso.
Cuarto, es notable la porosidad entre los diversos grupos que componen el conflicto sirio, es decir, el hecho de que algunos militantes combatan un día en las filas de alguna milicia islámica local, otro día en las filas de la filial de Al Qaeda, Al Nusra, y otro en las filas de ISIS. Por tanto, para muchos de estos militantes, los ataques rusos en Aleppo contra cualquiera de las milicias, son vistos como ataques contra todos los grupos rebeldes. Así, el atacante de Ankara, tras matar al embajador grita: “Allahu Akbar” (Dios es grande), pero también grita: “¡No olviden Aleppo!”, expresando con ello el mensaje islámico utilizado comúnmente en atentados jihadistas, pero sellándolo con el símbolo de venganza por los bombardeos rusos en Aleppo.
Por último, las investigaciones podrían revelar que dicho atacante no tiene vínculos operativos con organización alguna, o que solo fue inspirado por actores como ISIS u otro. Este es uno de los fenómenos que más hemos visto en los últimos años, llegando a representar del 50 al 70% de todos los ataques terroristas cometidos en países occidentales. Organizaciones como Al Qaeda e ISIS han tenido la destreza de posicionarse mediante recursos en línea, proyectando atracción y poder, cautivar e inspirar a atacantes en todo el mundo.
La cuestión acá es valorar que el terrorismo es una herramienta cada vez más eficaz utilizada por actores muy diferentes, que tiene la capacidad de golpear en lo psicológico, lo simbólico y en lo político, a países y sociedades que son materialmente mucho más poderosas que los perpetradores. Entender el fenómeno supone comprender los motores, las conexiones entre atentados-inestabilidad-conflicto-criminalidad, los procesos de radicalización individual y organizacional, y también los procesos de comunicación y transmisión de mensajes a través del miedo.
Internacionalista.
Twitter: @maurimm