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La administración que tomó el mando al frente del gobierno de Estados Unidos para los próximos cuatro años, inició el pasado viernes de inmediato con medidas para proteger sus fronteras y empleos. Apenas a unos minutos de iniciar con la gestión, desde la Casa Blanca, se reiteró la posibilidad de una inevitable renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Desde hace más de tres décadas, México apostó por la globalización y la apertura económica como modelo de desarrollo. La asociación con la economía más poderosa del mundo y el acceso a más de 300 millones de consumidores parecía la llave indicada al desarrollo, equivocadamente pensamos que el momento llegaría para quedarse, pero el mundo cambio.
México apostó por la globalización pensando que sus beneficios durarían para siempre. En el país se generó un fuerte proceso de apertura orientada al comercio mundial, sobre todo con Estados Unidos; no malentendamos, la globalización no desaparecerá, sólo se vivirá un período de cambios.
Más allá de la coyuntura, es necesario entender el momento que a nivel global estamos viviendo. El mundo se encuentra en una etapa de “Tiempos Líquidos”, concepto acuñado por Zygmund Baumann (1925-2017), en donde el Estado–Nación cambia su estructura al transitar de gobiernos sólidos y estables a unos más flexibles donde las políticas son locales, pero el poder global.
Las políticas proteccionistas de las economías más desarrolladas del mundo agregan riesgos a un ya turbulento panorama económico, que se caracteriza por la incertidumbre y la desaceleración y que representa riesgos para el futuro del comercio, los flujos de capital, el empleo y la integración productiva que existe entre las economías que por años apostaron a bloques económicos por regiones.
En México, al negociar el TLCAN, el apetito por la globalización nos llevó a una apertura indiscriminada, pasamos de ser una nación exportadora y dependiente del petróleo a una centralizada en las manufacturas, con fuerte énfasis en la industria automotriz.
De igual forma, nos hemos quedado cortos en la capacidad de administrar la riqueza petrolera cuando en el mercado el precio del barril llegó a cotizar por arriba de los 100 dólares, sólo aumentamos el gasto público con pocos resultados. No se planificó una adecuada inversión en refinerías, que pudieran satisfacer al elevado consumo interno, razón por la que hoy tenemos que importar 59% de las gasolinas.
Gradualmente, las exportaciones manufactureras ganaron terreno al petróleo, pero nos convertimos en maquiladores ya que para producir lo que vendemos al exterior se requiere importar 80% de los insumos y pese a contar con acuerdos comerciales con más de 40 economías en el mundo, concentramos el mercado exportador en Estados Unidos.
México encumbró el concepto del TLCAN sin reparar, como algunos señalamos en su momento, que se requeriría acciones paralelas internas como no caer en la monoproducción de automóviles y contar con una política industrial flexible con diversificación de mercados.
Nadie duda que el TLCAN ha sido importante y generado beneficios a algunos sectores; por años le dio a México un superávit comercial con Estados Unidos, por lo que hay que prever los riesgos de afectación para muchos sectores productivos en México y actuar en consecuencia.
En estos momentos, tanto el gobierno como el sector privado ya deberían estar trabajando conjunta y abiertamente para darle una nueva dimensión a la relación con el principal socio comercial, con señales de fortalezas de coyuntura y de largo plazo.
Como país enfrentamos una dura prueba, no es momento para lamentaciones, es momento de actuar con valentía, capacidad y patriotismo. Es la oportunidad de ser creativos y actuar diferente, enfocarnos hacía nuestras fortalezas internas, de generar una política exterior de diplomacia bidireccional holística que permita usar todos los recursos de México, tanto internos como externos, para negociar con gran fuerza.
Debemos pensar que la renegociación del TLCAN también implica una gran oportunidad para México. Hoy tenemos la posibilidad de generar políticas de largo plazo, de generar los valores de ética y honestidad que requerimos como país, de generar justicia y terminar con la corrupción e impunidad, es el único camino que tenemos, no hay que asustarnos, hay que enfrentarlo con valentía y actuar con normalidad para obtener resultados.
Presidente de Consultores
Internacionales S.C.