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Rumores de inminentes cambios en el “gabinete” dizque para preparar la selección del candidato del PRI a la Presidencia de la República, meten ruido al chicharrón.
Que si Nuño irá a Gobernación por Osorio Chong; que si a Osorio Chong lo lanzan a Desarrollo Social en lugar de Miranda; que si González Anaya reemplazará a Meade en Hacienda; que si Ochoa Reza deja el PRI para sustituir a González Anaya en Pemex; que si Gamboa va al PRI en vez de Ochoa Reza; que si Sales va a la PGR… los enroques giran en la mente calenturienta de interesados, observadores, opinócratas y chismosos, fascinados por el ocio de adivinar quién será el “tapado”.
La verdad es que los cambios parecen inevitables, dirá usted, sobre todo en la Secretaría de Comunicaciones, cuyo titular, Gerardo Ruiz Esparza, con sus horrores, ha metido al Presidente y al gobierno en un socavón profundo.
Delo por seguro, sí habrá algunos cambios en el “gabinete”, pero éstos no ocurrirán antes del 1º de septiembre, por tres motivos poderosos.
Primero: a Peña no le interesa distorsionar un asunto tan delicado como el inicio de las negociaciones del TLC.
Segundo: por ningún motivo el “mandamás” de Los Pinos va a permitir sombras en su V Informe de Gobierno, el último en plenitud de poderes; el año próximo la estrella de esa película será el presidente electo.
Tercero: el factor más importante es no distraer la discusión que se vive en las reuniones de los comités estatales priístas de cara a la XXII Asamblea Nacional del PRI, programada para el próximo 12 de agosto.
Para nadie es un secreto la inconformidad de amplios sectores del partido tricolor, quienes tiemblan sólo de pensar en que un tecnócrata advenedizo, o peor, un candidato externo, puedan competir por “la grande”. Con esos afectos al “fuego amigo”, Peña hará lo imposible por negociar para no poner en riesgo “el privilegio de mandar”.
La clave de todo estará en Campeche, donde el 4 de agosto se discutirán los estatutos del partido en el poder, y entre todos, el más peliagudo, el título IX del artículo 166, que restringe la postulación de candidatos a presidente de la República, gobernadores y jefe de Gobierno de la CDMX, a quien acredite haber sido dirigente partidista con una militancia probada de diez años (en la Asamblea anterior se eliminó el requisito de haber desempeñado algún cargo previo de elección popular, aquella cláusula antizedillista, impuesta en la XV Asamblea, luego de que el PRI sufrió doce años en la orfandad del poder, cuando Fox lo sacó a patadas de Los Pinos).
Los dos “candados” aún vigentes, que los peñistas buscan derogar, cerrarían la puerta a dos tiradores del primer círculo presidencial mencionados por las encuestas y la vox populi: José Antonio Meade y Aurelio Nuño. A Peña le urge dejar bien planchado el asunto antes de la inminente Asamblea Nacional, aunque eso se interprete como una dedicatoria para favorecer las posibilidades de Nuño y Meade, a quien, por cierto, muchos ubican como el próximo gobernador del Banco de México, en lugar de Agustín Carstens.
A estas alturas, los únicos personajes del primer círculo presidencial que cumplen el requisito de ser militantes de pura cepa, son el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong; el de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray; el de Salud, José Narro, y el de Agricultura, José Calzada. El gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, está más lejecitos, tanto o más que Manlio Fabio Beltrones, quien no goza precisamente de simpatía en Los Pinos, y menos frente al equipo del poderoso Luis Videgaray, aunque les dé diez y las malas.
A Peña le urge tener más “ases” en su baraja; Nuño y Meade lo son, pero… ¿las hordas tricolores lo permitirán?
EL MONJE ENIGMÁTICO: A Peña Nieto no le gustan los cambios, pero sí las sorpresas… aunque saquen chispas.
@JoseCardenas1
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