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México está agraviado por las amenazas de Trump.
De nada sirven la cursilería, el patrioterismo y los lugares comunes para exigir al gobierno la firmeza necesaria en defensa de los intereses nacionales; no basta ganar la calle sólo para gritar y agitar banderitas, menos la convocatoria hueca de los políticos a la unidad nacional. Lo urgente es proponer un frente estratégico que pase por Los Pinos.
El apoyo al gobierno en las negociaciones con Estados Unidos es obligado e irremediable. Nos guste o no, Enrique Peña Nieto lleva la batuta del contacto con el vecino. El Presidente de la República y su gobierno son la vía para dialogar, pactar, persuadir y reclamar, e incluso romper cualquier negociación perjudicial para los mexicanos.
La opinión pública, los medios de comunicación, y la clase política, deben dejar espacio para que el equipo presidencial opere en la mesa sin presiones adicionales al estrés generado por el enfrentamiento inducido por el vecino autócrata. Eso no significa dar carta blanca a los secretarios de Relaciones Exteriores, Economía, Gobernación o a quien se siente a negociar con sus contrapartes en Washington. No.
Se trata de exigir transparencia, información sobre resultados y el rumbo de la estrategia. No permitir el seguimiento ciudadano por razones de sigilo, restaría legitimidad y minaría el respaldo que hoy demanda la administración federal.
Tan importante como hacer frente al problema que representa Estados Unidos es ponerse a trabajar adentro; la amenaza del exterior no debe aplazar los pendientes del interior. El desencuentro, el temor a enterrar el TLC o el pavor a las deportaciones masivas de nuestros migrantes han de contrarrestarse con soluciones domésticas. No está fácil, porque los mexicanos no acostumbramos sumar y multiplicar, sino restar y dividir. Las tentaciones siempre surgen a la primera provocación.
Vea por ejemplo el asunto de las marchas ciudadanas programadas para el próximo domingo. Desde hace dos semanas, 65 organizaciones de la sociedad civil, instituciones educativas y académicas convocan a la movilización “Vibra México”, para demandar respeto a nuestro país y a los mexicanos y protección a nuestros migrantes. Será una marcha ciudadana, apartidista, incluyente, sin importar ideología, filiación política, preferencia sexual, o religión. No es una protesta en contra o a favor del gobierno, sino para exigir al presidente Peña firmeza frente al vecino iracundo, anteponiendo la defensa de los intereses nacionales, pero de buenas a primeras surgió la iniciativa de otra marcha denominada “Mexicanos Unidos”, sin reclamos al Presidente. Los “sospechosistas” de inmediato apuntaron al poder como responsable de una estratagema para reventar la movilización original. Afortunadamente, se impuso la cordura, y las dos marchas se van a realizar por separado, pero al final coincidirán en el Ángel de la Independencia, para mostrar que la unidad sí es posible, al margen de vanidades y protagonismos.
EL MONJE ADMIRADO: El Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York ha fijado posición contra la orden ejecutiva del presidente Trump sobre su política de inmigración, sin declaraciones ni comunicados… sin ruido tuitero. El MoMa, ha reemplazado pinturas de Picasso, Matisse y Picabia con obras de artistas musulmanes como la arquitecta iraquí Zaha Hadid y el pintor sudanés Ibrahim el-Salahi. Cada obra lleva una etiqueta: “Este trabajo está realizado por un artista de una nación a cuyos ciudadanos se les niega la entrada a Estados Unidos (…) afirmamos los ideales de bienvenida y libertad, tan vitales para este Museo como para Estados Unidos”. La protesta culta es fuerte, audaz y valiente ante una política intransigente, intolerante, fascista y racista. Una decisión para la historia… digna de imitarse.
@JoseCardenas1
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