Para Joaquín Guzmán Loera, el 19 de enero es fecha de gloria y caída. En el año 2000, burló al gobierno de Vicente Fox con su increíble escape del penal de dizque alta seguridad, de Puente Grande, Jalisco; 16 años después, el 19 de enero marcó el principio de su juicio final.

La entrega de El Chapo a la justicia estadounidense parece un regalo. Fue acordada por México y Washington justo la víspera del arribo de Donald Trump a la presidencia. Una maniobra de ese calibre nunca puede quedar exenta de sospecha por motivos políticos.

La extradición de Guzmán también puede leerse como una cortesía al gobierno saliente de Barack Obama y como un mensaje firme parea el nuevo mandamás del imperio: se puede confiar y trabajar con México. Si Trump quiere, habrá colaboración, si continúa empecinado, El Chapo podría ser el último narco mexicano extraditado. Pura estrategia política.

La operación, bajo el llamado “código negro”, se dio en absoluto sigilo, por sorpresa, al más puro estilo del propio capo. Sus abogados se enteraron por los medios de comunicación del envío fast track de su jefe envuelto en celofán, con moño tricolor. El todopoderoso líder del Cártel del Pacífico es, desde anoche, huésped distinguido de una helada prisión neoyorquina.

Lo espera el infierno en vida.

La Corte Federal de Brooklyn, la misma que encabezó la fiscal estadounidense, Loretta Lynch, lo acusa de distribuir medio millón de kilos de cocaína, traficar marihuana, heroína, metanfetaminas y otras sustancias prohibidas por todo Estados Unidos, y lavar dinero. Además, pesan contra el capo acusaciones por cientos de asesinatos y secuestros. También lo reclama la justicia de California, Texas, Arizona, Florida y, sobre todo, Chicago.

Para el gobierno de México deshacerse del enemigo público número uno aparenta un alivio, sin embargo, al partir, deja a muchos temblando. Nadie sabe lo que sabe Joaquín Guzmán, quien sería capaz de cantar para librar la peor de las penas. Sin poder, pero con memoria, el narco conserva santo y seña de las redes de corrupción que le permitieron encumbrarse como el barón mayor de la droga.

Tampoco es un alivio que Peña se sacuda a El Chapo, porque la extradición podría tener consecuencias impredecibles. No es difícil imaginar una guerra intestina entre las distintas facciones del cártel sinaloense encabezadas, entre otros, por los herederos del jefe caído en desgracia. Correrá sangre.

Lo que sí concluye es la leyenda de un hombre que desafió, corrompió y se burló del sistema. El capo, que dejó en ridículo a todo un país, no reirá al último, ni reirá mejor…

EL MONJE PROFETA: Si a nosotros nos caerá el Trumpocalipsis, al Chapo Guzmán le llegó el juicio final. De esta, el capo no escapa, ahora es carne de presidio nuevo; harina de otro penal. El gobierno nuestro de cada día, respira con alivio. Se fue El Señor de los Túneles aunque nos caiga encima el Señor de las Tinieblas, con todo y sus patas de cabra… cabrona.

@JoseCardenas1

josecardenas@mac.com

www.josecardenas.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses