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Aunque salga el sol esta mañana, acabamos de dormir otra noche triste. La derrota de Hillary Clinton coloca a México en el peor de los mundos.
Minutos después de conocerse el veredicto electoral estadunidense, el desplome de nuestra moneda fue inmediato; en un suspiro brincó de 18.70 a casi 22 pesos por dólar; se da por hecho que el comportamiento del mercado bursátil reflejará pesimismo exacerbado.
Proyecciones, predicciones, encuestas y apuestas fallaron: Estados Unidos no tendrá a su primera presidenta. La fría y distante candidata demócrata no conectó con el número suficiente de votantes. En alto contraste, el magnate republicano, ignorante, xenófobo y misógino se convierte, gracias al voto, en autor de un cambio de consecuencias impredecibles.
Nubes negras amenazan tormenta sobre el país, sobre todo en materia comercial; desde luego, tememos un muro de ignominia que separe aún más de sus raíces a 34 millones de ciudadanos de origen mexicano, el 11% de la nuestra población que sobrevive por allá. Si nos quejamos de las deportaciones ocurridas durante el régimen, ya caduco, de Barack Obama, ahora habremos de esperar una oleada de deportaciones de nuestros connacionales calificados por el próximo presidente como sucios y despreciables criminales.
Donald Trump cumplirá con su agenda antiinmigrante sin importar lo que digan México, y el resto del mundo. El polémico ‘acelere’ presidencial de haberlo invitado a visitar Los Pinos y darle trato privilegiado, de poco servirá para amortiguar el golpe.
El triunfo del republicano será un vía crucis para el gobierno mexicano; obligará a Peña Nieto a revisar su fallida diplomacia reactiva e improvisada, orientada a interpretaciones pragmáticas lejos de los principios de política exterior que consagra nuestra Constitución, todo por el enfermizo afán de querer quedar bien con dios, para acabar en brazos del diablo.
El pueblo estadounidense salió a votar en masa, como nunca; tal participación ciudadana revela, a fin de cuentas, semillas de maldad que Trump, con su discurso de odio, ha hecho germinar.
Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos.
EL MONJE CONSTERNADO: Todavía faltaban horas para el cierre de la votación en Estados Unidos, cuando el peso mexicano ya había elegido ganadora. Nuestra moneda había funcionado como termómetro de la contienda en casa del vecino; desde que el FBI dejó en paz el tema de los correos tóxicos de Hillary, había comenzado a bajar la calentura… ahora falta saber cuánto sube y cuándo revienta el termómetro.
@JoseCardenas1
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