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La verdadera causa de la gran depresión nacional no se apellida Trump. El presidente electo de EU es sólo un pretexto para quejarnos sin remordimiento de nuestras propias desgracias.
La verdadera causa de tanta ansiedad, angustia y desesperación se encuentra en la desfachatez de más de la mitad de los gobernadores del país, ajenos a la austeridad, la eficacia y la transparencia.
Extraña que la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) no ha hecho crítica alguna a los mandatarios, ni siquiera a los peores casos de corrupción. ¿Cuál es la utilidad ética del organismo que sirve como escudo para barrer la basura bajo la alfombra y solapar trapacerías?, cuestiona el senador Miguel Barbosa.
Hasta el momento no existe una postura clara contra los ilícitos cometidos por ex gobernadores malhechores. Nada se ha reclamado a la inmoralidad delincuencial de personajes como Guillermo Padrés, de Sonora, preso disfrazado de víctima; Rodrigo Medina, de Nuevo León, Javier Duarte, de Veracruz, César Duarte de Chihuahua, Jorge Herrera, de Durango, o Roberto Borge de Quintana Roo.
La Conago, presidida desde hace días por el morelense Graco Ramírez, quien presume de progresista, debería pronunciarse con firmeza ante las evidencias delictivas de algunos ex colegas en afán de recuperar la confianza perdida en los mandatarios estatales.
La politóloga María Amparo Casar propone, con sarcasmo, crear un Fondo Nacional de Desastres Políticos, más frecuentes que los desastres naturales, para no dejar en ruinas vidas y haciendas de la población saqueada y devastada al amparo de la impunidad que dimana poder absoluto, absolutamente.
¿De qué sirve que la Auditoría Superior de la Federación haya interpuesto ante la PGR 270 denuncias por delitos derivados del ejercicio de recursos federales por parte de los gobiernos de los estados, sobre todo en los últimos dos años, y ninguna ha concluido con sanciones a los responsables?
Sobra abundar en el desastre veracruzano, el cúmulo incontable de pillerías, el desfalco de miles de millones de pesos, la dudosa persecución a Javier Duarte y desde luego, el negrísimo panorama que enfrentará Miguel Ángel Yunes, con apenas un par de años para levantar el tiradero.
Oaxaca no está mejor. Alejandro Murat se sacó el tigre de la rifa, tan feroz como el de su vecino jarocho; la deuda estatal supera los 14 mil millones de pesos, el triple del monto que encontró Gabino Cué hace seis años, carga monumental para uno de los estados más pobres del país.
El ex priísta Carlos Joaquín llegó a Chetumal y aún no termina de sacar los cadáveres del clóset que le dejó Roberto Borge, muy “ingenioso” para quebrar al estado, enriquecerse y repartir un botín de 9 mil 500 hectáreas de terrenos entre sus más cercanos, y heredar al sucesor un quebranto de 6 mil 500 millones de pesos.
Chihuahua cierra el póker de marranadas. Javier Corral busca 2 mil millones que le ayuden a salir del paso ante un desfalco superior a los 7 mil 500 millones, agujero dejado por César Duarte, el ex gobernador banquero, siempre “ganadero”.
Los males del país tienen denominador común; no es el impresentable Trump, sino la corrupción, el manejo patrimonialista de los recursos, la falaz idea de que el poder se hizo para enriquecer al poder y el dinero público es patrimonio exclusivo de la clase política.
Pobre México, tan lejos de Dios, tan cerca del “trompudo”... y tan lleno de ratas.
EL MONJE TRANSPARENTE: A Mancera, la 3de3 le viene guanga. El jefe de Gobierno de la CDMX quiere aumentar un documento más al esfuerzo por aclarar haberes. Dice que no bastan las declaraciones de impuestos, patrimoniales y de intereses, también quiere una certificación escolar para que nadie salga a presumir títulos patito.
@JoseCardenas1
josecardenas@mac.com
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