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Puebla tiene una larga y brillante historia taurina. En una antigua plaza de madera en la Angelópolis, Ponciano Díaz recibió la alternativa de manos de Bernardo Gaviño en 1879. En 1936 se inauguró el antiguo Toreo de Puebla y dos años después recibió allí la alternativa el legendario ‘Compadre’ Silverio Pérez. Su padrino fue Fermín Espinosa ‘Armillita’.
La plaza de El Relicario fue inaugurada 52 años después, el 19 de noviembre de 1988 con un cartel integrado por Jorge Gutiérrez, David Silveti y el español Vicente Ruiz ‘El Soro’, quienes lidiaron toros de la ganadería de Reyes Huerta, siendo Ángel López Lima el empresario del flamante inmueble.
El 23 de diciembre de 1990, Rafael Ortega recibió la alternativa de manos de Manolo Arruza, ante el testimonio de David Silveti, con ejemplares de Reyes Huerta. Ortega llegaría a convertirse en una solvente figura nacional.
En 2000, la plaza se techó y tras un sondeo entre aficionados, se determinó que los viernes en la noche eran ideales para dar funciones taurinas. En los últimos años se agregó con todo merecimiento el nombre de Joselito Huerta, el torero poblano más representativo de la historia.
El pasado 5 de mayo, conmemoración de la Batalla de Puebla, terminó la vida de la plaza de toros El Relicario con un cartel extraordinario, el mano a mano de Eulalio López ‘El Zotoluco’ y Joselito Adame con toros de la ganadería de Campo Real. Se trata de los dos toreros más influyentes de la Fiesta en México en los tiempos recientes. Eulalio le cortó las orejas y el rabo a un toro nobilísimo y dulcificado del ‘Chino’ Gómez.
El coso de El Relicario funcionó durante 27 años y 5 meses. Una vida corta pero intensa, llena de faenas memorables, toros bravos y también cornadas dramáticas, como la que sufrió recientemente Uriel Moreno ‘El Zapata’.
La empresa Tauroarte quedará en los anales de la historia del coso de Los Fuertes no sólo por ser la última que lo gestionó, sino por su talento para armar carteles atractivos para la conocedora afición poblana, dando lustre a su compromiso como una entidad “taurinamente responsable”.
La emoción nos invadió ante la última corrida en El Relicario. Vaya un saludo caluroso a toda la afición de Puebla, la tierra de mi padre, nacido en Teziutlán. Que la demolición del coso no sea sino la antesala del inminente funcionamiento del Coliseo, nuevo escenario en la ciudad camotera donde la Fiesta habrá de continuar como uno de los rasgos culturales de México en estos tiempos de ataques, a menudo infundados, de asustadizos, antitaurinos desinformados y políticos oportunistas.
Cuando ya no se encuentre piedra sobre piedra en el espacio que todavía ocupa El Relicario (donde pronto se edificará un hotel), quedará el recuerdo del arte efímero de sus grandes tardes y el vago sonido de un olé desgarrado en la memoria acústica de los aficionados, un alarido que aún puede escucharse, como una exhalación, en las faldas de los volcanes.
Sin unificación. Antes de la excelente labor del doctor Jorge Mario Galván, es evidente que hubo errores en la forma en que Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’ fue levantado, trasladado e introducido bruscamente en una ambulancia tras el desdichado percance que sufrió el veterano lidiador el 1 de mayo en el coso duranguense de Lerdo.
Expertos afirman que, encontrándose con la médula espinal afectada y tres vértebras cervicales fracturadas, se le tenía que haber asistido de otra manera colocándole, para empezar, un collarín en el cuello.
Esto nos lleva a lamentar que el método ATLS (Manejo Avanzado del Paciente Traumatizado, por sus siglas en español), implementado por el doctor Rafael Vázquez Bayod para atender a heridos o lesionados en los ruedos, no se siga en todos los cosos mexicanos por igual. ¿Por qué este método no se ha unificado? Imposible saberlo, pero es factible que los daños sufridos por Rodolfo hubieran sido algo menores.
heribertomurrieta65@gmail.com