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Hubo fugas y un centenar de aprehensiones luego de la desaparición de los 43 normalistas en Iguala. Guerreros Unidos, sin embargo, no desapareció. Por el contrario, la organización criminal que se dio a conocer internacionalmente a partir del 26 de septiembre de 2014, se recompuso.
La PGR abrió la semana pasada la tercera parte del expediente del caso Iguala: 47 tomos y 37 mil 215 fojas. Varios de los documentos ahí contenidos revelan que, a pesar de que Iguala se volvió un foco de atención para el Estado, a pesar de que el municipio fue “peinado” repetidas veces tanto por fuerzas federales como estatales, el negocio de la droga, el secuestro y la extorsión siguieron a todo lo alto.
Cuando “se calmaron las cosas un poquito”, un ex policía de Iguala, Pedro Flores Ocampo, alias El Pantera (quien la noche de la desaparición de los alumnos se encontraba franco) fue buscado por un miembro muy activo de los Guerreros Unidos: Gabriel León Villa, El Gaby.
El Gaby es mencionado en prácticamente todas las declaraciones de los involucrados en el caso Iguala como halcón y sicario al servicio de Víctor Hugo Benítez Palacios, alias El Tilo, jefe de célula en Huitzuco.
Esa tarde, sin embargo, El Gaby llevaba un mensaje, no de El Tilo, sino del nuevo “patrón” de Iguala: Nicolás Nájera Salgado, alias El May.
El May le mandaba decir al ex policía Flores Ocampo que había un trabajo para él: ser escolta del candidato perredista a la alcaldía de Cocula, Erik Ulises Ramírez Crespo.
La seguridad del candidato estaba en riesgo —le dijeron a Flores Ocampo—, porque el alcalde saliente, César Miguel Peñaloza, andaba en tratos con gente de otra organización. La tarea de El Pantera iba a consistir en no despegarse del candidato “ni de día ni de noche”.
El Pantera aceptó. Era febrero de 2015, cinco meses después de la desaparición de los normalistas. El ex policía se reunió en una fonda con El May, con el candidato Ramírez Crespo, con una señora, “esposa del primer regidor del Ayuntamiento de Cocula” y con “un doctor” que también trabajaba en el municipio. “Te vas con estas personas”, le dijo El May, “no te les despegues y me respondes con tu vida”.
Estuvo como escolta un tiempo. Luego le quitaron esa comisión y lo enviaron con El Gaby. Vio que El Gaby se había convertido ahora en mano derecha de El May, y era el responsable de recibir los cargamentos de marihuana que éste le enviaba.
El Gaby le encomendó la tarea “de repartir la droga a todas las tiendas de Iguala”. Al poco tiempo El Gaby quedó a cargo también de los cargamentos de cocaína. “Embolsábamos día y noche, dependiendo”, declaró El Pantera.
Según el ex policía, la cocaína era enviada desde Toluca en una camioneta Nissan con “clavo”. El Gaby le entregaba los tabiques de coca enviados por El May a un hombre conocido como “Luisito, el de la llantera”. Luisito cortaba la droga.
“Diario le entregaban dinero a El May, a veces como ciento cincuenta, ciento ochenta mil pesos diarios, dependiendo de cómo vendía El Gaby, de cómo entrega en las tiendas”.
La declaración de El Pantera afirma que las muertes que ocurrieron en ese tiempo fueron causadas por los sicarios de El May, “que estaban bajo el cargo de El Gaby”.
El Gaby se apoyaba en operadores como José Luis Ramírez, alias El Churro o La Bruja (jefe de plaza en Buenavista de Cuéllar). De acuerdo con El Pantera, El May decía: “Iren, quiero que trabajen hoy, que se tiren a éste o a aquel, ahí coordínense”.
La zona ardía, la organización era perseguida, eran aprehendidos en cascada jefes, sicarios y halcones. Pero un año después de la desaparición de los estudiantes la droga se seguía moviendo.
En diciembre de 2015 a Guerreros Unidos le había ido tan bien, “porque El Gaby le estaba entregando buenas cuentas” a El May, que éste decidió que sus operadores iban a ganar ese mes el doble.
El May, El Gaby, El Pantera y La Bruja fueron detenidos por la PGR hace pocos meses. Según el expediente, hoy El Tilo es el único jefe relevante que seguiría operando.
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