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El periodista José Maldonado, director de la Agencia Mexicana de Noticias Noventa Grados, recibió una amenaza, hace unos días, por correo electrónico. El mensaje decía:
“Lo invitamos a que deje en paz todos los asuntos que usted está investigando con relación a nosotros trabaje y deje trabajar, es la última vez que se lo decimos no habrá otra oportunidad de que reflexione, el poder lo tenemos nosotros no lo olvide. Ni una nota más mi querido José pues de lo contrario será la última te lo aseguramos y sabes por tus investigaciones que decimos la verdad y que no estamos jugando”.
El mensaje afirmaba que al procurador de justicia de Michoacán, Martín Godoy, le molestaban las notas publicadas por Maldonado, y recordaba al periodista “lo que le sucedió a Arredondo y otros más”.
Rogelio Arredondo era director de investigación de la procuraduría estatal. A principios del mes pasado varios desconocidos lo balearon en una zona residencial de Morelia. Considerado uno de los hombres más cercanos al procurador, arrastraba —desde los tiempos en que fue coordinador de la policía ministerial del Edomex— la sombra de algunos escándalos: el líder criminal apodado La Mano con Ojos lo acusó de haberle robado 500 mil dólares el día que lo detuvieron.
Noventa Grados, la agencia de Maldonado, ha relacionado a colaboradores del procurador con el robo de combustible; ha acusado a la policía estatal de extorsionar, torturar, sembrar pruebas y cobrar “derecho de piso”.
El Centro Internacional de Periodistas, Reporteros sin Fronteras y Artículo 19 hicieron “un llamado urgente” al gobernador Silvano Aureoles para que las amenazas fueran investigadas: hace apenas dos meses estalló en la entidad el caso del periodista Salvador Adame, quien fue privado de la libertad por un grupo de hombres armados, y cuyos restos aparecieron poco después totalmente carbonizados. La investigación dejó sin respuesta tal número de interrogantes que en los registros de Artículo 19 el periodista obra aún como desaparecido.
Un clima ominoso flota en Michoacán alrededor de los comunicadores. Está fresco todavía el escándalo de censura en el que se vio envuelta la coordinadora de Comunicación Social del gobierno de Aureoles, grabada mientras pedía al periodista Jairo Cerriteño que le ayudara con “el manejo de una nota” que dañaba la imagen del gobernador perredista.
En la nota se leía que Aureoles había terminado abruptamente una entrevista en la cual lo cuestionaban sobre los índices de violencia en el estado. “Has entrevistado delincuentes, las autodefensas yo las di de baja. Infórmate bien, andas entrevistando delincuentes, son tus fuentes. A mí no me hables sin conocimiento de causa”, había dicho el gobernador al periodista que lo interrogaba.
Cuando la coordinadora le pidió a Cerriteño que le ayudara a “manejar” la nota, que había sido publicada en un portal, éste le respondió:
—Pero la nota ya la publiqué, Julieta… ¿Cómo le podría hacer?
—¡Ay, Jairo!, pues ya sabes.
—No. Dime. O sea, ¿la quito? ¿O cómo?
—Si puedes ayudarme con este contexto que te estoy dando… Si es que se puede hacer algo… lo tendré en cuenta en cualquier situación que se presente.
Cerriteño no bajó la nota. Por el contrario, entrevistó al periodista que había provocado el enojo del gobernador. Artículo 19 publicó al día siguiente una alerta: el programa de radio de Cerriteño acababa de ser cancelado en forma definitiva.
La alerta recordaba al gobernador que “los medios indirectos de censura están prohibidos en la Constitución y por distintos cuerpos normativos internacionales”.
Ese mes, otra pequeña historia ilustró sobre la situación en que hacen su trabajo los periodistas del estado. El secretario de Seguridad Pública, Juan Bernardo Corona, agredió a una reportera que grababa a un grupo de mujeres que protestaban por la inseguridad en su municipio —y responsabilizaban de ésta precisamente al funcionario.
—Aquí no tienes nada que hacer, vete —le dijo Corona a la reportera.
Ella replicó que las demandas de las pobladoras eran de interés público. Varios elementos de seguridad forcejaron entonces con la periodista, intentando quitarle su grabadora.
—¿Crees que no te la puedo quitar? ¿Segura? —decía el secretario.
En ese contexto llegó la amenaza contra Maldonado: “Lo invitamos a que deje en paz todos los asuntos que usted está investigando…”.
Siguen los días de plomo para la prensa. Habitamos un país en el que todo se hace bajo asedio.