“—Nos acaban de asaltar.

—¿Están bien? ¿No lastimaron a nadie?

—Golpearon a “N”. Cortaron cartucho. Le obligaron a abrir la caja. Se robaron todo el efectivo. Amenazaron con ir tras su familia si denunciaba. Le dijeron que la policía está coludida.

—Claramente están coludidos.

—¿Se llevaron algún celular? Para que los busquen por el GPS.

—Chequen las cámaras. Exijan esos
videos.

—A nosotros, nos asaltaron hace un mes. 10 p.m. Resultado nulo, pese a denuncia. Supimos por el GPS del celular de un cliente que se fueron a Tecámac, Edomex.

—Qué pesadilla todo lo que está pasando.

—Debemos investigar quién de los mandos medios y superiores está coludido y pedir su cabeza.

—En tres semanas se ha creado un estado de incertidumbre e inseguridad. Hay una ofensiva clara de la delincuencia contra bares y restaurantes. Asaltos a jóvenes en la calle. El clima va acompañado de una percepción general de que hay impunidad. Sus rondines han fracasado y los asaltos son en sus barbas”.

Así transcurrió el pasado 21 de mayo la conversación en un chat que abrió un centenar de restauranteros de la colonia Roma, integrantes de la asociación Barrio Unido, para acompañarse y defenderse ante los embates cada vez más frecuentes de la inseguridad.

Prácticamente cada semana el chat da cuenta de robos, asaltos, allanamientos, extorsiones e incluso intentos de “cobro de piso” por parte de individuos que dicen pertenecer a la Unión Tepito y otros grupos del crimen organizado.

En el chat, los integrantes de Barrio Unido relatan que las autoridades capitalinas han atribuido buena parte de la inseguridad desatada en la colonia “a la estructura económica secundaria que se cuelga de los restaurantes”: sobre todo, a valet parkings y “franeleros” que funcionan “como vigías y pasan información” a los delincuentes.

“—Saben a qué hora sales, qué coche traes, cuánta gente hay en el restaurante”, señala un miembro del grupo.

El intercambio de comunicaciones se torna inquietante a medida que transcurren los días, las semanas, los meses. La acumulación de casos logra crear una atmósfera ominosa:

“—El viernes asaltaron al Felina. A todos los empleados y comensales. Fueron unos que viven en una vecindad de la Escandón. (Los policías) llegaron hasta ahí por el GPS de un iPhone (que le habían robado a un comensal), pero eran muy pocos elementos y no pudieron hacer nada.

—El viernes asaltaron también el Lucas Local.

—Pfff!”.

El chat registra varios intentos de extorsión. En octubre del año pasado, uno de los restauranteros lanzó esta alerta:

“—Acabamos de recibir una llamada de extorsión para pedir que tuviéramos todo el dinero listo en una bolsa porque iba a pasar ‘el comandante’ a recogerla”.

Pocos días más tarde quedó registrado este suceso:

“—Acaba de pasar una moto con dos personas, se detuvieron, le enseñaron al guardia de seguridad de nuestro lugar una pistola, y le dijeron que ‘estuviera al tiro’.

El pasado 18 de mayo, alguien comunicó a sus colegas:

“—Me informan de un restaurante al que ahorita están extorsionando y amenazando los de Profeco. Quieren unirse al chat para estar en contacto con nosotros.

—No la libramos, carnales, qué tristeza. No se vale”.

No habían pasado dos días desde el reporte anterior cuando se dio el siguiente aviso, no a las altas horas de la noche, sino a las tres de la tarde:

“—Acaban de asaltar con pistola a uno de nuestros gerentes en Jalapa esquina Guanajuato, una moto negra tipo pulsar, dos tipos con cascos negros”.

Al día siguiente ocurrió un nuevo hecho:

“—Acaban de asaltar a 2 niñas en la calle de Tabasco casi frente a Romelia… Con pistola en mano, se fueron en un coche dorado compacto, qué joder con esto”.

—No solo meseros, cocineros y ‘franeleros’ vienen a trabajar a la Roma —me dice uno de los integrantes de la asociación—. También los delincuentes vienen a trabajar diario y, lamentablemente, a ellos muchas veces les va mejor.

@hdemauleon demauleon@hotmail.com

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