Más Información
Osiel Cárdenas, exlíder del Cártel del Golfo, recibe auto de formal prisión; enfrentará juicio por homicidio
Jóvenes mexicanos pasan más de 2 mil horas al año en el teléfono; OCDE alerta sobre su impacto en la salud mental
Sergio Gutiérrez Luna destaca aprobación de 25 reformas en la 66 Legislatura; "Un logro histórico para la 4T", señala
Secretario de Agricultura reafirma defensa del maíz blanco; "Seguiremos apoyando la producción nacional no transgénica", afirma
¿Maíz transgénero? Rubén Rocha corrige desliz durante discurso en Sinaloa; destaca importancia del maíz blanco
Sheinbaum asegura apoyo total a Sinaloa para enfrentar violencia; "Nunca los vamos a dejar solos, aquí está la presidenta"
Delfina Gómez, la candidata de Morena a la gubernatura del Estado de México, se reunió a cenar, la semana pasada, con un grupo amplio y variado de periodistas. El tema que devoró buena parte de la conversación fue el diezmo que, como presidenta municipal de Texcoco, descontó a sus trabajadores.
Sobre este punto, que alguien consideró como uno de los peores “usos y costumbres” de la política mexicana —recuérdense los años en que Andrés Manuel López Obrador sometió a los empleados del GDF a esta suerte de pago de tributo— la maestra Gómez se mostró ambigua e incierta.
No tenía claro, para empezar, si lo que había autorizado era o no algo ilegal. Luego afirmó que los propios trabajadores le habían pedido que les descontara el 10% de su salario para apoyar programas sociales relacionados con la niñez y las comunidades indígenas.
—¿De verdad le fueron a decir: “Maestra, por favor, descuéntenos el 10%”? —le preguntó alguien.
—Así fue —respondió la candidata.
Más tarde admitió que la suma recaudada era depositada en cuentas
particulares.
—¿A cuántos trabajadores se le descontaba ese porcentaje? —preguntó alguien más.
—Nada más a unos 150, los que tenían puestos directivos y medios —dijo.
Alguien le preguntó si existía una mínima posibilidad de que, además de irse a programas sociales, el diezmo hubiera sido empleado para algo más, “como adquirir una casa o un terreno, o financiar las actividades de su partido político”.
La maestra Gómez fue enfática:
—De ninguna manera.
Aclaró que la documentación relacionada con esos descuentos estaba siendo revisada “para constatar que no exista ningún tipo de irregularidad”.
EL UNIVERSAL reveló al día siguiente que el número de trabajadores a los que se quitaba el 10% de su salario no era “nada más 150”, sino de mil 40. Reveló también que el padrino político de la maestra, y actual alcalde de Texcoco, Higinio Martínez, había ordenado destruir documentos que pudieran arrojar cualquier indicio sobre el diezmo.
Se habló también de los años en que la profesora Gómez gobernó Texcoco y en los que su padrino Higinio Martínez le impuso a varios familiares y amigos dentro de su gabinete. La maestra lo admitió, aunque dijo que dichos personajes no ocuparon puestos clave, “porque yo debía tener el control de las cosas”.
Se le preguntó al fin si pensaba llevar al gobierno del Estado de México a los familiares y amigos de Martínez. Respondió que buscaría a las mejores personas para cada puesto.
Ignoro con qué impresión salieron a la calle mis colegas. La maestra Gómez me pareció honesta (el dinero no era para ella), aunque con la ética un poco revuelta: el sello, pues, de la casa.
A excepción de las dos ocasiones en que vaciló, se mostró ambigua (y al parecer mintió), durante el resto de la velada pareció una política sincera y bienintencionada.
Hace cuatro años, Delfina Gómez todavía impartía clases en una primaria. Su experiencia política es mínima. Se ve vulnerable, a veces ingenua. Susceptible, incluso, de ser manipulada.
El calor de sus palabras, su carácter fuerte, su discurso sobre la corrupción y sus ganas de cambiar las cosas son, por el contrario, tremendamente atractivos.
La maestra no conoce bien el estado que aspira a gobernar. Gracias a la campaña ha entrado en contacto por primera vez con la realidad y la problemática de algunas zonas. Lo que sí conoce en carne propia son las necesidades de sus habitantes: está familiarizada con el dolor y la pobreza. Tiene el corazón puesto en la izquierda. Está del lado de los eternamente olvidados. La política no parece ser para ella un medio de enriquecimiento personal.
En el último tramo de la noche un colega le preguntó qué sentía cuando Felipe Calderón se burlaba de su manera de hablar. Su respuesta fue de antología:
—No me sorprende. La priísta Carolina Monroy dijo alguna vez que ni siquiera conocía mi voz. Y eso que fui diputada y subí varias veces a la tribuna. Así son ellos. Siempre nos han despreciado. Si no oyeron mi voz siendo diputada, ¿cree usted que oyen las voces de los ciudadanos? Esas voces les parecen algo de lo que se pueden burlar.
Con el priísta Alfredo del Mazo, la maestra encabeza las preferencias en el Estado de México.
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com