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Las autoridades sabían que Quintana Roo se hallaba infestado de narcotraficantes. A mediados de 2015, perros entrenados en la detección de narcóticos habían logrado varios decomisos significativos. En todos los casos la droga viajaba en vehículos pertenecientes a empresas de mensajería.
En el primero de ellos, la Policía Federal aseguró un contenedor con 12 mil 600 kilos de marihuana, que habían sido enviados desde Culiacán, Sinaloa, para abastecer al mercado turístico.
En el segundo —a bordo otra vez de una unidad de mensajería—, los perros detectaron 3.5 toneladas de drogas sintéticas: el cargamento venía de Guadalajara y su destino eran nuevamente los bares de Playa del Carmen.
Un tercer decomiso dejó un saldo de cuatro mil pastillas sicotrópicas y 245 frascos de sustancias inyectables.
En esos meses, diversos operadores del Cártel del Golfo fueron detenidos en Cancún. Cayó primero Juan Daniel Velázquez, El Talibancillo, jefe de plaza en Quintana Roo y Campeche; más tarde fue detenido el contador de ese grupo criminal, Rodolfo Arreola Sánchez.
De agosto en adelante fueron detenidos en cadena Jesús Fernández Valdez, alias El Junior (yerno de uno de los jefes del CDG), Jesús Renán León, El Camello, y una larga serie de narcomenudistas que operaban en el municipio de Solidaridad.
La violencia asociada al tráfico de drogas no era, sin embargo, exclusiva de Quintana Roo.
Entre 2015 y 2016 reportes del gobierno federal construidos con cifras proporcionadas por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública y el Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia, señalaron un severo repunte en la actividad delictiva en Yucatán, Campeche, Veracruz, Oaxaca, Chiapas y Tabasco. No era solo Quintana Roo en donde se manifestaba la presencia de organizaciones criminales: todo el sureste mexicano estaba hirviendo.
Entre el 1 de diciembre de 2012 y el 15 de septiembre de 2016 se aseguró en esa región el 43% de la cocaína incautada a nivel nacional (12 mil 276 kilogramos). Solo en Chiapas, las autoridades decomisaron el 28.76% de este alcaloide, lo que posicionó al estado como una ruta mayor del tráfico de cocaína en México: con el contubernio de autoridades de los tres niveles, los narcotraficantes inundaron de droga Tonalá, Reforma, Tuxtla Gutiérrez y Tapachula.
En Veracruz, las autoridades aseguraron mientras tanto 80% de los sicotrópicos recogidos en el país durante aquel periodo (aproximadamente 7 millones 728 mil 848 unidades).
No solo eso: en la región fue asegurada la cuarta parte del dinero incautado en esos meses a las principales organizaciones criminales: unos 88 millones de pesos.
De acuerdo con informes de inteligencia federal, los cárteles que se disputan la zona son Los Zetas, el Cártel del Golfo, el Cártel Jalisco Nueva Generación, el Cártel de Sinaloa y el Cártel de los Beltrán Leyva. Todos ellos echan mano de una constelación de grupos delictivos locales, a los que caracteriza su violencia extrema.
Las cifras ilustran sobre el panorama en que se ha hundido en la región: en el periodo mencionado ocurrieron 218 enfrentamientos entre grupos criminales y fuerzas del Estado y se registraron 134 agresiones directas en contra de autoridades.
Sólo en Veracruz —el primer lugar regional en los indicadores— se contabilizaron, entre diciembre de 2012 y septiembre de 2016: mil 834 homicidios dolosos, 651 secuestros, 178 enfrentamientos, 155 levantones, 63 agresiones directas en contra de autoridades y 17 enfrentamientos entre delincuentes.
Oaxaca también ardió. Ahí se registraron 519 homicidios, 36 agresiones directas contra la autoridad, 15 enfrentamientos entre delincuentes y 21 levantones. En Tabasco hubo un aumento inédito en el secuestro, el robo de hidrocarburos y el tráfico de personas. En los años comentados, los homicidios se dispararon en Veracruz, Oaxaca, Tabasco y Chiapas.
Según las cifras, toda una región del país se precipitó en cuatro años en manos de la violencia y el crimen organizado.
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com