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El reacomodo del crimen organizado en Michoacán es un hecho. Se cerró el ciclo de hegemonía de La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios. Llegó la hora de los grupos regionales que quedaron sueltos cuando estos cárteles fueron descabezados, y que al igual que en los años de gloria de Jesús El Chango Méndez y Servando Gómez, La Tuta, mantienen sumergido a Michoacán en el miedo y en la inseguridad.
En el año en que se cumplirá una década del inicio de la guerra contra el narcotráfico, desatada por Felipe Calderón en diciembre de 2006, los habitantes de Michoacán siguen envueltos en un río de sangre; aplastados, entre otros males, por el secuestro, el robo y la extorsión.
Entre enero y junio de 2015 y el mismo periodo de 2016, los homicidios dolosos pasaron de 402 a 678 (una tasa de cambio de 69%); las ejecuciones aumentaron escandalosamente: de 426 a 744 (una tasa de cambio de 75%, según cifras de Lantia).
Los diarios locales dan cuenta día tras día de asesinatos y descuartizamientos. Agencias de inteligencia de Estados Unidos han denunciado una operación de “limpieza” entre ex integrantes de La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, operada por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Y sin embargo, a través de su delegado en Michoacán, Florentino Coalla, la Secretaría de Gobernación ha negado que el cártel dirigido por Nemesio Oseguera, El Mencho, esté operando en el estado.
El delegado Coalla afirmó en junio pasado que del CJNG “solo se han detectado incursiones muy focalizadas”, y dijo que esta organización solo iba a Michoacán “a abandonar los cadáveres de hechos registrados en Jalisco”.
“De repente tenemos allá algunos actos de homicidio y vienen y los tiran aquí”, agregó.
El gobernador Silvano Aureoles sostuvo en diciembre pasado que en la entidad ya no había presencia “de miembros de la Familia Michoacana ni de Los Caballeros Templarios, o de alguna de sus células”. Aseguró, incluso, que “los líderes de estos grupos huyeron a otros estados”.
Tuvo que desdecirse poco después, cuando admitió que las células que había negado se movían en más de 50 municipios michoacanos, intentando reagruparse.
El CJNG entró en Michoacán con la intención de apoderarse de Lázaro Cárdenas, puerto de arribo de precursores y sustancias químicas, y de salida de minerales hacia países asiáticos (entre ellos, el hierro). Su enemigo natural era el líder de Los Templarios: La Tuta.
Desde 2013 surgieron indicios de que el CJNG había infiltrado a las “autodefensas” que combatían a La Tuta. Además de entregarles armas de alto poder, las dotaba de dinero y vehículos.
Entre los miembros de las guardias comunitarias que participaban en la cacería de La Tuta se hallaban Rodolfo y Nicolás Sierra Santana. Habían sido lugartenientes de El Chango Méndez, líder de La Familia Michoacana detenido en 2011. Tras la fractura ocurrida en esa organización, pasaron a formar parte de Los Templarios: se alinearon con La Tuta. Pero solo hasta 2013.
En esa fecha Los Templarios se habían replegado a consecuencia de la persecución de las “autodefensas” y el gobierno federal. Los Sierra Santana se infiltraron entonces a las fuerzas rurales, formaron parte del G-250, el grupo especial que creó el comisionado Alfredo Castillo, y entregaron información “para capturar a Los Templarios”.
Rodolfo y Nicolás son parte de una extensa familia conocida como Los Viagras. La completan sus hermanos: Carlos, Valentín, Severino, Bernabé y Mariano. Su centro de operaciones son los municipios de la Tierra Caliente.
Se les señala como traficantes de drogas sintéticas y propietarios de laboratorios clandestinos en la zona serrana.
Con el grupo conocido como H3 (del que me ocupé en la entrega pasada y que opera como franquicia del CJNG), Los Viagras constituyen, según reportes de inteligencia federal, el nuevo azote de los michoacanos.
Controlan la mayor parte de los municipios del estado, aunque el gobernador no los vea.
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com