El estudiante Julio César Mondragón, de la escuela normal Isidro Burgos, fue hallado a la mañana siguiente de los sucesos de Iguala, en una calle de terracería. Una foto que horrorizó al país lo mostraba con el rostro descarnado y sin globos oculares. Había sido brutalmente torturado.

La información emitida por las autoridades fue contradictoria desde el principio. La Fiscalía de Guerrero afirmó que al alumno le habían arrancado la piel con un objeto cortante; un perito de la Coordinación Zona Norte sostuvo, en cambio, que el rostro había sido devorado por fauna del lugar.

La versión del desollamiento se impuso. No faltó quien agregara que a Mondragón lo habían desollado vivo y “denunciara” en todos los foros posibles “la brutalidad exhibida por los victimarios”.

La abogada de la familia Mondragón, Sayuri Herrera, declaró que había podido ver detenidamente las fotos del cadáver, y “aunque no soy antropóloga, lo que observo ahí son cortes límpidos de la piel”. Herrera repitió que “diversas voces” le habían asegurado que “los cortes presentes en el rostro de Mondragón Fontes son muy precisos”.

En agosto de 2015, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI, denunció “una serie de errores y omisiones” en los peritajes realizados al cadáver del estudiante, e introdujo una nueva versión. Según el GIEI, un estudio del reputado forense Francisco Etxeberria revelaba que a Mondragón no lo habían desollado —ni vivo ni muerto—, sino que le habían disparado en la cara.

“En ausencia de las partes blandas faciales —escribió el forense— y teniendo en cuenta la existencia de múltiples fracturas craneales, no se puede descartar que el agente contundente al que se atribuye la muerte sea incluso un impacto de proyectil de arma de fuego, ya que dicho trauma o traumas revisten una importante energía para haber generado fracturas irradiadas a la base del cráneo”.

Etxeberria precisó: “Recordamos en este punto que en el cuero cabelludo conservado no se describen heridas contusas y por ello no cabe considerar que se hubieran producido golpes o traumatismos en la bóveda craneal que justifiquen el nivel de las fracturas existentes”.

Y para que no hubiera dudas, remató: “Es posible que dichas fracturas se hubieran producido por el tránsito de un proyectil en la estructura ósea de la cara y base del cráneo sin lesionar el cerebro de forma directa”.

Dado que el Ejército había custodiado el escenario en el que el estudiante fue encontrado, y dado que dio versiones contradictorias sobre la hora y modo del hallazgo, no pasó mucho tiempo para que se introdujera también “la probable participación de elementos castrenses en el desollamiento del normalista”.

Incluso en cierto documental realizado “con base en una profunda investigación” se llegó a afirmar que la bala que supuestamente habría matado al estudiante provenía de un fusil alemán de asalto G36 comprado ilegalmente por la Defensa Nacional. De acuerdo con información proporcionada por el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro al documentalista, “uno de los policías detenidos y que esa noche estaba en activo confesó que mató al estudiante, y las actas de investigación prueban que el policía usó un fusil G36 Heckler & Koch”.

Ayer, al presentar el informe de la Oficina Especial de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre el caso Iguala, José Trinidad Larrieta sostuvo que las investigaciones de la CNDH prueban que la muerte de Julio César Mondragón fue por traumatismo craneoncefálico y no por disparo de arma de fuego en la cabeza, como había indicado el GIEI en su reporte.

“La ausencia de piel en rostro y cuello del cadáver de Julio César Mondragón fue por intrusión de fauna depredadora: no hubo acción humana”, indicó Larrieta.

Si la CNDH está en lo correcto, fueron perros y ratas quienes arrancaron la piel del estudiante, y no existió el desollamiento en vida, tampoco los cortes límpidos, mucho menos las balas de fusil G36.

Si la CNDH está en lo correcto, falló la Fiscalía de Guerrero, falló la Coordinación Zona Norte, falló la PGR, falló la Secretaría de Salud, falló el GIEI y falló el Equipo Argentino de Antropología Forense.

Si la CNDH está en lo correcto, mucha gente mintió y ha seguido mintiendo alrededor del caso Iguala.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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