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La Fiscalía de Guerrero recibió un reporte el 24 de enero de 2016: en el fondo de una barranca ubicada en Maynalán, había un vehículo calcinado. Autoridades estatales se trasladaron al lugar en cuestión, en la zona rural del municipio de Iguala. Hallaron un Nissan, con las llantas hacia arriba. Adentro había tres cuerpos; unos pasos más allá del vehículo fue encontrado un cuarto cadáver.
Según reportes de la prensa local, los cuerpos humanos estaban calcinados “al menos en un 90 por ciento”, por lo que “no se pudo siquiera determinar el sexo”.
La fiscalía realizó el levantamiento cadavérico. En bolsas de plástico, “para su conservación y posterior identificación”, los restos fueron llevados al Servicio Médico Forense.
Una familia acudió al Semefo al poco tiempo y se llevó a uno de los muertos. Lo identificaron como Juan José Soroa Rodríguez. Varias mantas aparecidas en la zona, y varios pasajes del expediente del caso Ayotzinapa, lo ubican como un jefe de nivel medio en la organización Guerreros Unidos.
Soroa era compadre de Alejandro Benítez Palacios, El Cholo Palacios, encargado del secuestro, la extorsión y la distribución de droga en Huitzuco —uno de los sitios a los que algunos de los normalistas desaparecidos en septiembre de 2014 pudieron ser llevados, según una línea planteada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, CNDH.
Es posible que Soroa se haya llevado al fondo de la barranca de Maynalán el secreto de lo que sucedió aquella noche en Iguala. O tal vez sólo estuvo enterado, como otros de sus cómplices, de una parte de lo ocurrido: hoy se sabe que en la persecución y detención de los normalistas de Ayotzinapa participaron varias células de Guerreros Unidos, y que los miembros de cada una de éstas sólo se enteraron de oídas de lo que hicieron las otras.
En todo caso, Soroa no era el pasajero más importante del vehículo calcinado. Otro mando medio de Guerreros Unidos, José Luis Ramírez Arriaga, alias La Bruja o El Churros, reveló a los funcionarios federales que a principios de este mes lo detuvieron en un palenque de Buenavista de Cuéllar, que en el auto calcinado en Maynalán iban también Eduardo Joaquín Jaimes, El Chucky.
Según la versión de El Churros, tanto Soroa como El Chucky habrían sido asesinados a causa de las rencillas internas que la captura de los jefes principales dejó en Guerreros Unidos.
Desde una semana después de la desaparición de los normalistas, y apoyado en las declaraciones de los siete primeros detenidos por el caso, el entonces procurador de Guerrero, Iñaki Blanco, señaló que El Chucky había sido el encargado de ordenar la ejecución de los normalistas (conferencia de prensa del 6 de octubre de 2014).
Alejandro Martín Maceda Barrera, presunto sicario de la organización, declaró a funcionarios de la fiscalía estatal que El Chucky “dio la orden de dispararles” a los alumnos y “fue el que pidió el apoyo de la municipal”.
“Por lo que supe, El Chucky sí alcanzó a chingar a varios ayotzinapos, ya que se estaban poniendo muy locos”, dijo Maceda.
“(A siete de estos muchachos) Los llevamos a la casa de seguridad de la Loma, donde los matamos inmediatamente, ya que no se querían someter y como eran más que nosotros, Chucky dio la instrucción de que les diéramos piso… Los quemamos por instrucción de El Chucky”, agregó.
Según otro de los involucrados, David Cruz Hernández, jefe de halcones en Iguala, luego de que se llevó a cabo la detención de los estudiantes, El Chucky le llamó para preguntarle “quién le iba a entregar unos ‘paquetes’”. Cruz Hernández afirmó que “cada que El Chucky decía ‘paquetes’ se refería a personas… eran levantados o secuestrados”.
Felipe Rodríguez Salgado, alias El Cepillo (quien declaró que entre él y cuatro cómplices mataron “a unos 15” normalistas), señaló también que El Chucky “me llamó por teléfono y me dijo que me iba a entregar los ‘paquetes’ que llevaba detenidos”.
Eduardo Joaquín Jaimes es mencionado en prácticamente todas las declaraciones relacionadas con el caso como el operador de Guerreros Unidos que ordenó la ejecución de los alumnos. En diciembre pasado, varios cárteles colocados en Iguala dieron a conocer por primera vez su rostro. En esas narcomantas fue señalado como “el jefe de sicarios más sanguinario de Guerreros Unidos, por la forma en que tortura y mutila a sus víctimas”.
El Chucky es señalado también como brazo derecho de Víctor Hugo Benítez Palacios, alias El Tilo, identificado como uno de los jefes regionales que siguen operando en Guerrero.
Si El Churros está en lo cierto, Eduardo Joaquín Jaimes se habría llevado también la clave escondida detrás de la tragedia. La respuesta a una pregunta que sigue abierta: ¿Por qué?
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com