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El 31 de diciembre, a las siete de la mañana, en el kilómetro 100 de la carretera México-Cuernavaca, automovilistas que circulaban a la altura del fraccionamiento Las Brisas reportaron el hallazgo de un cuerpo desmembrado, que se hallaba repartido en varias bolsas de plástico negro y había sido arrojado sobre el acotamiento de la autopista.
Medios del estado de Morelos apuntaron que el hombre que había sido metido en esas bolsas era Pablo Aguilar, un narcomenudista de Xochitepec que había quedado en libertad en noviembre de 2015.
Ese mismo mes, aparecieron en Xochitepec otros dos cadáveres descuartizados, también en bolsas de plástico negro. A su lado había un narcomensaje que señalaba a los muertos como integrantes del grupo criminal Guerreros Unidos.
48 horas después de que apareciera el cuerpo de Aguilar, el C-5 de Morelos recibió el llamado de un vecino que denunciaba una balacera en la colonia Pueblo Viejo, de Temixco. Según la versión de la Comisión Estatal de Seguridad, CES, aquel vecino señaló que varios hombres armados y encapuchados habían ingresado a un domicilio, y huían en dos vehículos.
Se supo poco después que el domicilio era el de la alcaldesa perredista, Gisela Raquel Mota, quien el día anterior había tomado posesión del cargo. Siete hombres entraron a su casa, amarraron a sus familiares. Y a ella la acribillaron.
La CES señaló que elementos que respondían a la llamada de auxilio tropezaron con los agresores y después de un enfrentamiento abatieron a dos de los tripulantes del Sentra. Poco después lograron la detención de tres personas, “un menor de edad, un hombre de 18 años y una mujer de 32”.
Fuentes de la Fiscalía de Morelos revelaron que los agresores son miembros del grupo de Los Rojos. Datos recabados por el columnista indican que la orden de abatir a la alcaldesa, según la declaración de uno de los implicados, salió de un jefe de célula apodado El Primo, uno de los dos que murió en el enfrentamiento.
Según la versión del detenido, Los Rojos sospechaban que Mota había hecho un acuerdo con dos narcomenudistas que trabajan en Temixco al servicio de Guerreros Unidos. Sus apodos: El Guti y El Largo.
Temixco funge como cuartel general del líder de Los Rojos, Santiago Mazari Miranda, alias El Carrete. Mazari Miranda ha sido definido como un objetivo prioritario por la Comisión Estatal de Seguridad: el año pasado, 14 kilos de heroína fueron incautados en casas de su propiedad.
La aparición de cuerpos desmembrados, y el homicidio de la funcionaria, indican que la lucha entre grupos criminales se ha recrudecido ante el cambio de gobiernos en la entidad. Se vuelve a pelear por las plazas como ocurrió hace tres años. La guerra entre las bandas se sigue sosteniendo de manera sorda.
Informes de inteligencia de autoridades federales y estatales señalaban desde el año pasado que en municipios morelenses como Amacuzac, Tecala, Puente de Ixtla, Ayala y Yecapixtla, se brindaba protección, desde las alcaldías, a los grupos criminales en pugna.
El ex alcalde de Amacuzac, Noé Reynoso Nava —del Partido Verde Ecologista— fue acusado de hacer de su municipio el principal bastión de Guerreros Unidos en Morelos. Otro alcalde de Amacuzac, Alfonso Miranda Gallegos (tío del Carrete) fue acusado de haber dado protección al grupo de Los Rojos.
Según el reporte 3920211, unas horas después del asesinato de Gisela Mota, autoridades policiacas de Morelos recibieron una llamada anónima. Un hombre que dijo haber estado en el bar en donde se planeó el crimen, La Chopería de Temixco, aseguró que la alcaldesa había sido asesinada a causa de los presuntos negocios turbios de su ex pareja sentimental, un comerciante al que se vincula con los Guerreros Unidos.
A la lucha entre las bandas, se suma también la lucha política por imponer o desechar el modelo policial del Mando Único. En una conferencia ofrecida ayer, Graco Ramírez dijo que el asesinato de Gisela Mota es “un mensaje y una clara amenaza para que las presidentas y los presidentes municipales… no acepten el esquema de coordinación con el modelo policiaco que hemos implementado”.
Puede ser. En el contexto arriba descrito, sin embargo, el asesinato de la alcaldesa no parece sino un aviso de la descomposición, un mensaje de la indignante situación de violencia e inseguridad que se vive en Morelos.
@hdemauleon
demauleon@hotmail.com