A Jesús Silva Herzog Flores, funcionario, amigo y maestroirrepetible. QEPD

Una matrioska, dice el diccionario, es un conjunto de muñecas tradicionales rusas. La originalidad consiste en que se encuentran huecas, de tal manera que en su interior albergan una nueva muñeca, y ésta a su vez a otra, y ésta a su vez a otra, en un número variable, que puede ir desde cinco hasta el número que se desee, siempre y cuando sea un número impar, aunque por la dificultad volumétrica, es raro que pasen de veinte.

¿Por qué preguntar si Trump quiere una matrioska? Porque el presidente de Estados Unidos desconoce la compleja personalidad de Vladímir Putin y sus intenciones encubiertas en torno a la Europa del Este y a China. ¿Sabrá Trump que Putin padece una gran nostalgia demostrada a partir del momento en que confesó públicamente que la caída de la URSS fue “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX…”? Es claro que estamos frente a un objetivo inalcanzable, sin embargo, la nostalgia confirma la presencia de un enemigo de la democracia, según también lo ha demostrado a lo largo de su gestión como presidente de la Federación Rusa. Basta con recordar que Putin fue director del Servicio Federal de Seguridad (antes la temible KGB) para empezar a conformar su perfil ideológico. Aquí nos encontraríamos con una primera “matrioska”, un líder post soviético a más de 25 años de la desaparición de la URSS. ¿Quién es realmente Putin entre todas las matrioskas? ¿Lo sabrá Trump?

Cuando Bill O’Reilly, el comunicador de televisión, afirmó que Putin era un “asesino”, Donald Trump invitó a los estadounidenses a un examen de conciencia: “Hay muchos asesinos. ¿Ustedes piensan que nuestro país es tan inocente?”. Increíble, pero cierto, eso declaró Trump dejando boquiabierta a la opinión pública de sus país. ¿Cómo defender a Putin, además, con semejante argumento, cuando la prensa internacional ha publicado las listas de los opositores (también se encuentra en internet) que han sido asesinados o, al menos, murieron en circunstancias extrañas? El ex viceprimer ministro Boris Nemstoy, férreo opositor de la guerra en contra de Ucrania y furioso crítico del Kremlin, murió asesinado. Boris Berezovski, multimillonario, feroz enemigo de Putin y financiero de la oposición rusa, fue asesinado. Serguéi Magnitski, abogado opositor del Kremlin, se le dejó morir en la cárcel en circunstancias sospechosas. Alexander Litvinenko, ex agente de seguridad nacional, falleció envenenado cuando se descubrió que ayudaba al servicio secreto británico, además de Anna Politkóvskaya, periodista asesinada después de denunciar la violación a los derechos humanos en Chechenia.

He ahí a varias matrioskas de diversos tamaños, que hoy en día Trump quisiera empezar a tirar por la ventana, sobre todo porque el congreso de su país ya investiga, y muy pronto descubrirá, la realidad del espionaje ruso en el Partido Demócrata, de donde se conocerán las mentiras del íntimo círculo de colaboradores de Trump, incluidas las de su querido yerno. Atacar al presidente Obama como culpable de haber interceptado las líneas telefónicas de Trump, no es más que un ardid para distraer la opinión del centro del conflicto: La alianza inconfesable de Trump con Putin y los negocios de ambos en los últimos tiempos.

La matrioska más pequeñita se llama Impeachment y esa cada vez se encuentra más al alcance los investigadores. ¿Trump no deseará tener una?

fmartinmoreno@yahoo.com

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