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En muchas ocasiones hemos sabido de jueces o gobernadores o secretarios de Estado y hasta de presidentes de la República, que reciben sobornos de personas físicas o morales, en particular, de famosos constructores de obras públicas, sí, ni hablar; también hemos oído de casos sonados que delatan los cohechos exigidos por los jefes de compras de empresas privadas a cambio de conceder jugosos pedidos o suscribir apetitosos contratos por diferentes conceptos. La putrefacción la encontramos en cada milímetro del organismo social y político devorado por gusanos que, gozosos, parecen disputarse la carroña. Lo que no habíamos escuchado, al menos no de forma tan pública y cínica, todo un atentado en contra de la dañadísima moral pública, es el hecho inadmisible que un poder de la Federación haya sobornado a otro, como aconteció en días pasados cuando la Secretaria de Hacienda y Crédito Público (todavía a cargo de Videgaray, según tengo entendido) cohechó a los 500 diputados del supuestamente “Honorable” —nada de honorable— Congreso de la Unión que ni es congreso porque no representa a los ciudadanos ni lo es de la Unión, porque está integrado por los incondicionales de los partidos políticos que defienden sus intereses, mas no los de la sociedad.
¿Otro ejemplo? ¿Qué tal los plurinominales por los que nadie votó y, sin embargo, no sólo cobran suculentas dietas tan elevadas como injustificables, sino que todavía venden al mejor postor su causa, en este caso al Poder Ejecutivo, en abierta traición política a la institución republicana? ¡Se busca a un solo liberal mexicano del siglo XIX! ¿Dónde está un Juárez, un Melchor Ocampo, un Guillermo Prieto, un Ponciano Arriaga, un Ignacio Ramírez, titulares de un concepto del honor, por lo visto, desaparecido en el México moderno, en donde se subasta hasta la dignidad…?
La Secretaría de Hacienda, encargada de administrar, entre otros menesteres, el ahorro público propiedad de todos los mexicanos, la entidad que persigue a los contribuyentes omisos o incumplidos para obligarlos a pagar sus impuestos que una vez recaudados deben tener un destino transparente y eficiente, pues bien, esta institución antes respetable, entregó a cada diputado federal la cantidad inaceptable de 20 millones de pesos para aprobar, obviamente al vapor, en insultante fast track, el presupuesto federal de egresos del próximo año, 2017. No haga cuentas, querido lector, el Ejecutivo sobornó al Legislativo mordiéndolo con la entrega de 10 mil millones pesos, entre los cuales se encuentran los impuestos que usted pagó de buena fe y de mala gana.
¿Razones y justificaciones? La escandalosa mordida se entregó para que dichos “representantes” de la sociedad pudieran cumplir sus compromisos de campaña, con lo cual se declara la inutilidad de las autoridades municipales y estatales para ejecutar obras públicas, entre otros objetivos. Además, ¿cuáles promesas de campaña cuando los plurinominales no pudieron prometer nada porque no hicieron campaña…? ¡Cuentos políticos! Nada de que existirá un fondo para controlar el destino de los dineros de la nación, no recurramos a eufemismos: se trata de un vulgar cohecho, de un grosero soborno del gobierno federal al Poder Legislativo, una vergüenza, un nuevo atentado, en fin, otro pedazo de leña seca tirado irresponsablemente a la hoguera para encender al México Bronco…
Franz Kafka no tenía imaginación…