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El proyecto de Constitución del DF contiene una gran cantidad de derechos chilangos que, a su vez implican obligaciones a cargo del gobierno capitalino que deben ser satisfechas. Los derechos deben ser exigibles ante la autoridad. De la misma manera que la Constitución de la República no puede cumplir con una enorme cantidad de derechos ahí consignados, el proyecto de marras pierde una gran oportunidad de evadir la demagogia y el populismo, cuyos legisladores asambleístas también consideran indispensables para seducir a los capitalinos. ¿Qué tal el tercer párrafo del artículo 4 de nuestra Carta Magna que a la letra dice?: “Toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad. El Estado lo garantizará.” Por supuesto que cabría el amparo ante la existencia de 60 millones de mexicanos en la pobreza. ¿Procede la indemnización? ¡Ja…! Si se trata de promulgar un conjunto de buenos propósitos sin el menor contenido coactivo, ¿entonces para qué elevarlos a nivel constitucional? ¿Apelaciones a la Divinidad?
Pues bien, una mañana de verano de 2017 en la La Ciudad de la Alegría, me percaté que yo era un privilegiado, al igual que los millones de chilangos que pueblan lo que antes era un “Valle de Lágrimas”. Con la Constitución del DF ya en vigor, y como ésta establecía que “Toda persona tiene derecho a una vivienda adecuada para sí y su familia, adaptada a sus necesidades”, me apersoné ante la autoridad para hacer exigible ese derecho y para mi asombro, a saber cómo, en unos días me alojé, junto con los míos, en un casa que satisfacía todas mis necesidades.
¿Agua…? “Toda persona tiene derecho a la disposición y saneamiento de agua suficiente, salubre, segura, asequible, accesible y de calidad”. Me dieron agua a borbotones. ¿Mota? “En la Ciudad de México no se sancionará en forma alguna el consumo de la cannabis.” Hoy me sobra la mota. ¿Ingresos? Tenía derecho a “Una remuneración adecuada por los servicios que preste” y me llegó harta lana. ¿Limpieza ambiental? “Toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar.” Exigí entonces la disminución del ozono y se limpió el aire… ¡Bravo! ¿Servicio de transporte? “Toda persona tiene derecho a la prestación de los servicios públicos de forma suficiente, adecuada, segura, accesible, asequible”. De golpe se construyeron casi 200 km de Metro para poder llegar a mi trabajo y a 5 pesos el viaje. ¿No era una maravilla? ¿Por qué no se le ocurrió antes a los jefes de Gobierno? ¿Otro derecho insuperable? ¡Aquí va!: en el momento en que el DF me garantizó “el derecho a una sexualidad plena”, dicho gobierno se las arregló para que yo alcanzara orgasmos interminables que en nada se parecían a la gloria misma. ¿Qué tal?
Alejandro Encinas me llamo inquisidor por desear quemar vivos y con leña verde en el Zócalo a un buen grupo de constituyentes, sólo que para lograr ese propósito me vería obligado a talar árboles. Objetivo imposible. Pensé entonces en las cámaras de gas, pero habría aumentado el calentamiento planetario. Sigo pensando qué hacer con Encinas y sus chicos, en la inteligencia que mis deseos piromaniáticos no sean entendidos como un intento de asesinato, de la misma manera que el señor presidente de la “Asamblea Constituyente” todavía no entiende las metáforas literarias en el periodismo.
(Continuará La Ciudad de la Alegría).
fmartinmoreno@yahoo.com