Obama la calificó como “una mancha” en la reputación internacional de Estados Unidos. Pero como esa valoración resulta poco convincente para el Congreso estadounidense, añadió que mantener abierta la prisión militar de Guantánamo era contraproducente para la seguridad nacional de su país ya que los terroristas y radicales del mundo la utilizan como un argumento constante para legitimar cualquier ataque sobre Estados Unidos, sus intereses y propiedades. En efecto, los yihadistas invocan con frecuencia los abusos, torturas y ausencia de procesos legales para los detenidos como razones que justifican el recurso del terrorismo contra Estados Unidos. La suma de estos elementos debería llevar a la misma conclusión: es hora de clausurar la cárcel militar al oriente de Cuba. Sin embargo, el Congreso dominado por los republicanos no apoyará la decisión del presidente.

El mes que viene, Obama irá a Cuba. Se trata de una visita, a la vez histórica y plagada de complicaciones. El jefe de la Casa Blanca quisiera llegar con dos asuntos arreglados: el levantamiento oficial del embargo económico contra la isla y el anuncio de que la prisión de Guantánamo ha sido clausurada. Todavía mejor sería que reintegrara a la soberanía cubana ese pedazo de territorio que Estados Unidos ocupa desde los días de la guerra contra España a fines del XIX. Lo más seguro es que, con el rechazo sistemático que le aplican los republicanos en el Congreso y en medio de las campañas presidenciales, lo único que pueda ofrecer Obama son buenos argumentos, en La Habana misma, para poner fin a esas dos reliquias de su política exterior.

Al mismo momento de anunciar su viaje a Cuba, Obama dejó asentado que se reunirá con representantes de la disidencia, opositores al régimen castrista. El gobierno de Raúl Castro ha aceptado esos encuentros sin mayor resistencia, consciente de que sin ese ingrediente, el regreso de Obama a Washington se traduciría en críticas renovadas a la reanudación de las relaciones diplomáticas y sobre todo, podría marcar un retroceso en los avances registrados hasta ahora en este nuevo acercamiento.

Lo que espera la opinión pública estadounidense es que Obama lea la cartilla de las libertades democráticas y los derechos humanos, mientras que La Habana espera medidas concretas para darle la vuelta al bloqueo económico contra la isla.

Raúl ha anunciado oficialmente que dejará el poder en 2018. Aun es incierto el panorama político que tendrá Cuba cuando se vayan los Castro. Lo más probable es que profundicen su apertura económica, pero se vean pocos cambios en la estructura de poder y de mando. Obama abogará por la existencia de partidos de oposición y una vida democrática más competida. Si el Congreso de Estados Unidos fuese más pragmático le concedería a Obama el levantamiento del embargo y el cierre de Guantánamo, antes de su visita. Con esas fichas, sus argumentos ante Cuba en el frente político tendrían más fuerza. Pero sin esas monedas de cambio, el gobierno de la isla tendrá pocos incentivos para dar concesiones a cambio de nada.

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