“Quizás ustedes no lo sepan, pero los grandes cuentos se escriben así. Se pueden pensar mucho tiempo, pero se tienen que escribir en cuarenta y ocho horas o menos.” Juguetea Emiliano Monge en su libro de cuentos La superficie más honda, publicado por Penguin Random House en enero de 2017, en la Ciudad de México. Suelta esa consigna en el cuento Mejor hablemos de mí, que trata de una escritora compulsiva, que pretende explicar algunos aspectos del oficio para justificar su carácter arrebatado y ocultar una acción comprometedora producto de su desaliño mental; por supuesto que el autor deja entrever que hay verdades que no pueden salir de cualquier boca
Emiliano Monge, que nació en la Ciudad de México en 1978, es un narrador fino y un apostador nato. Le gusta el riesgo estilístico y misterioso, y su literatura está plagada de este sello: espíritu de búsqueda, auscultación profunda y despiadada del ser humano y sus eternas debilidades: la angustia, el desamor, el abuso de poder, la miseria, el control exhaustivo de los otros, el contexto enemigo, además de un manejo particular para dar voz a los personajes que vincula. Los cuentos de este libro nos revelan un escritor dueño de sí mismo, capaz de atraparnos desde la primera línea: “Llegaron a la hora convenida”, “El otro suceso que arruinó mi día fue la muerte de mi suegro.” “Mario sintió el dolor de nuevo durante la noche,” y en ese tenor. La literatura cambia, fagocita, evoluciona, decimos, pero la manera de iniciar una historia es la misma, su espíritu de seducción permanece vigente y sin duda, Monge lo sabe y practica esa forma estética de comprometer desde el primer momento al lector que se atreve con sus textos. Tiene el toque. El ángel. Manipula correctamente el aspecto emocional de sus historias que son canto de cisnes negros.
Como todo gran libro de cuentos La superficie más honda se permite una leve opacidad, quiero decir un cuento que no debería estar allí; sin embargo, como suele ocurrir, lo que consigue este pequeño defecto es lograr que el resto luzca impecable y después de cada historia se quiera saber qué sigue, ¿que hay después del suspense amargo de los primeros?, ¿qué nos cuenta después del universo absurdo de los segundos?, ¿que otros misterios practicará Emiliano en los intermedios y en qué reflexiones caben estas provocaciones sin nombre que surgen cada tanto del aislamiento como modo de vida? Para los lectores, las preguntas son señales de vida. Los personajes de Emiliano no son solitarios, son seres perdidos en su piel y en una idea fija de la vida. “No me fío de la cara de la gente, me fío sólo de su risa.” Expresa uno de los personajes que acompaña a tres perros artistas y que no deja de repetir que murió hace quince años, y usted, que sabe de la vida, le dará razón en la segunda página. Cada cuento es un revolver con un tiro en busca de cabezas, una banda sonora donde la muerte toca el bajo y convive con camionetas viejas y situaciones innombrables.
En estos cuentos la cotidianeidad es la victimaria principal. Es la gran envoltura y las horas son cualquier clase de efectivo pegamento. Los personajes son hombres, mujeres y niños viviendo situaciones incomprensibles, con el perfil sólido de los nacidos para perder. Emiliano trabaja cada historia meticulosamente, nos hace asistir al desgajamiento despiadado de cada personalidad y se las ingenia para desaparecer cualquier atisbo de esperanza. Parece decir, en estos sueños no cabe más belleza que la mía y comparte la sed y el sacrificio como el pan de la noche. Realmente es un maestro para contar este sentido duro, y lo hace con suavidad, en silencio, casi con ternura, y si usted es una persona que aprecia la literatura realista sentirá que los humanos no tenemos remedio y que somos mezquinos por naturaleza. Comprenderá la historia de la pareja que linchan, pero no la de Jaimito, le irritará la de Romina y Hernández, pero no entenderá la del padre de los gemelos; no sé qué pensarán de los hombres que surgen de la nada para atacar a Paola y Marcos, o del padre de Mario y su sonrisa. En fin, cada cuento es una propuesta independiente que llega a las carencias más íntimas, esas que uno guarda en el closet y que alimenta todos los días como al lobo malo de su corazón. Emiliano Monge es un merecedor, estoy seguro que leerlo traerá varios sismos a su corazón espinado. Ya me contarán.