Tengo la impresión de que la excesiva cantidad de información relacionada con las elecciones del 5 de junio dejó exhaustos a ciudadanos y analistas, que ya no le dieron mayor relevancia al insólito discurso con que Andrés Manuel López Obrador cerró el domingo 26 el mitin en apoyo a los maestros de la CNTE.
Dos años justos antes de la elección presidencial del primer domingo de julio de 2018, el firme candidato de Morena y líder en las encuestas le ha mandado un mensaje al gobierno, y a todos sus potenciales opositores en las urnas: únicamente podrá haber un ganador, él mismo; un desenlace distinto traería el caos y la desgracia para México y los mexicanos.
Lo advierte el hombre que encabezó la protesta poselectoral de 2006 que estuvo a nada de quebrar la paz y el orden institucional, y quien a pesar de perder por 3 millones 300 mil votos en 2012, tampoco tuvo la grandeza de admitir su derrota. ¿Por cuántos votos tendría que perder esta vez para desistirse de ir a una tercera aventura, quizá más insurrecta y temible que las dos anteriores?
El mensaje del domingo fue claro y rotundo. Dijo que no “aspiramos a comenzar la reconstrucción de México a partir de escombros y luego de amargos sufrimientos”. Por tanto, le propuso desde ahora al gobierno de Enrique Peña Nieto “buscar una transición ordenada y pacífica para que en 2018, ya pronto, falta poco, el pueblo, de manera libre y democrática, elija no sólo a su próximo gobierno, sino la política que más convenga hacia el porvenir”.
Es decir, que el gobierno de Peña Nieto “integre y encabece en los hechos un gobierno de transición que permita entregar el mando en 2018 en un ambiente de tranquilidad y paz social, por el bien del pueblo y de la nación”.
Como sería caricaturesco que el gobierno se transformara en 2016 para preparar la entrega de la Presidencia de la República en 2018 a Miguel Ángel Osorio Chong, José Antonio Meade, Margarita Zavala, Ricardo Anaya, incluso al Bronco, lo que López Obrador está pidiendo es que, con inteligente resignación y un mínimo de instinto de supervivencia, se reconozca que el destino de México está escrito y no hay más ruta que el tránsito de Morena al Palacio Nacional. Para seguir con la metáfora esbozada aquí el lunes: es Aníbal a las puertas de Roma.
López Obrador está anunciando la crisis con 720 días de anticipación. La tercera y última parte de la saga del pueblo bueno y su guía contra las siniestras fuerzas corruptoras. El episodio final. El desenlace.
MENOS DE 140. Ya acabamos con Nuño, vamos por Osorio, se oyó una voz de la CNTE camino al diálogo del lunes en Gobernación. Y ahí van.
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