Quienes lo vieron la mañana del domingo 28 en el Sport City Loreto, en el sur de la Ciudad de México, cuentan que nadie había acudido a ese club de políticos y celebridades con tal dispositivo de seguridad. Cuauhtémoc Blanco llegaba a ponerse en forma para el partido de despedida que le regalará mañana el América en el Estadio Azteca. Cuauhtémoc, el mayor ídolo del futbol mexicano de las dos últimas décadas y hoy presidente municipal de Cuernavaca.
Soldados, guardaespaldas, asistentes. Pensamos que era Peña Nieto, me dijo una socia. Pero las descripciones sobre la espectacularidad escénica vienen acompañadas de un “no molesta, es muy tranquilo”. Hizo sus ejercicios, jugó squash un rato y se marchó con sus patrullas a otra parte. Fue cortés y todo mundo fue cortés con él. Buen resultado político para el legendario 10.
Quizá mañana, en el Azteca, Cuauhtémoc vaya a dar un poco de pena contra el Morelia. No es cualquier cosa recuperar la excelencia del profesional. En donde no está haciendo ningún ridículo es en la alcaldía de Cuernavaca. Cumplió dos meses y no encuentro a quien le eche en cara irresponsabilidad, desapego, frivolidad, falta de compromiso.
Figuras también legendarias, como Javier Sicilia, le mantienen el beneficio de la duda. El propio gobernador de Morelos, Graco Ramírez, con quien tuvo un encontronazo de bienvenida que presagiaba tormentas espantosas, celebra la reducción de la criminalidad en la ciudad capital, así como el trabajo coordinado y el diálogo con Cuauhtémoc Blanco.
Graco, que el 2 de enero lo definía como grosero, irascible, inexperto y ofensivo por amenazarlo con un “te voy a romper la madre, porque yo tengo el apoyo del pueblo”, se refiere hoy a él con un tono que roza el entusiasmo. “La queja de algunos es por qué juega futbol”, me dijo ayer el gobernador. “Pues juega porque es un futbolista muy reconocido. El sábado va a ser su despedida del futbol y tiene derecho a ella. Veo en él a una gente con muy buena intención y el deseo de hacer las cosas bien”.
—¿Quedaron atrás los días del te voy a romper la madre?
—Sí, sí. A la cuauhtemiña, le apliqué la graquiña, que es el diálogo y el acuerdo.
—¿Estás razonablemente tranquilo y en paz con lo que pasa en Cuernavaca?
—Estamos trabajando y colaborando para que ocurra lo mejor, porque la gente de Cuernavaca lo merece.
Cuauhtémoc no se ha alejado de su discurso básico: lo único que le digo a la gente es que confíe en mí, les di mi palabra de cambiar Cuernavaca y lo voy a lograr. Y comienza a tocar el balón con la confianza de quien lleva dos meses invicto. Dos meses de un estilo desprovisto de ilustración y rimbombancia. Dos meses en paz y en orden.
Para celebrarlo, mañana se echará una cascarita con los cuates de las Águilas.
MENOS DE 140. Revive la exigencia de que los expertos de la CIDH para Ayotzinapa se entrevisten con el Ejército. No pueden irse derrotados en abril.
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