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Desencantados deben estar aquellos que vendieron la idea de que el Papa Francisco sería un flagelo que maltrataría los excesos y miserias del gobierno priísta del presidente Peña Nieto. Faltan los mensajes en Chiapas, Morelia y Juárez (y entrego el texto sin conocer si tuvo lugar anoche la reunión con los padres de Ayotzinapa), pero por lo visto y escuchado viernes, sábado y domingo, las palabras explosivas han estado ausentes y el Papa ha cumplido el papel de predicador del amor, la esperanza y la alegría que dictaba la historia y el sentido común.
Ecatepec, símbolo perfecto del caótico crecimiento urbano, los sufrimientos en el día a día, el crimen fuera de control y sin castigo, y la mediocridad de los gobernantes de la región más poblada de México, se presentaba como escenario magnífico para azotar a la clase política y a los ricos, a quienes, con generalidades, el Papa gruñó el sábado.
Pero por tercera jornada consecutiva, Francisco se centró en el Dios del Padre Nuestro. Pasó rápido por las frases que comienzan a sonar a clichés sobre corrupción, injusticia y traficantes de la muerte, para situarse en las tres grandes tentaciones que enfrentó Cristo ante el demonio en sus 40 días de ayuno en el desierto: la riqueza, la vanidad y el orgullo. Y para expresar la que podría ser su primera metáfora capaz de connotar y evocar infinidad de matices: “Con el demonio no se dialoga, porque siempre nos va a derrotar”.
El Papa no vino a regañar. El vocero del Vaticano, Federico Lombardi, había adelantado, por ejemplo, que el Pontífice no abordaría el tema de los abusos sexuales a menores, “porque no puede en cada país confrontar todos los problemas que hay”. Por eso, seguramente, su voz no ha ido más allá de la de un “Papa que está del lado de todo aquel que sufre la injusticia”, de Juan Pablo II.
Francisco parece consciente de que dos de cada tres mexicanos piensan que el país es hoy menos católico que antes (encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica), y de que en el México siempre fiel, entre 15 y 20% de la población profesa ya una religión diferente. De ahí quizá la sencillez de un mensaje orientado esencialmente a los católicos frustrados por los dogmas y las liturgias.
Por lo pronto, el viaje del jesuita latinoamericano nada ha tenido que ver con los de Juan Pablo II a la Polonia comunista en 1979, o a la Cuba de Fidel Castro en 1998, donde evocó las cartas de San Pablo a los corintios para discernir entre libertad y esclavitud.
El Papa Francisco luce contento en la “tierra con sabor guadalupano”. Y en paz con los mexicanos y con quienes gobiernan a los mexicanos, a los que no ha querido perturbar con la palabra del Señor.
MENOS DE 140. Veracruz a todo lo que da. “@Javier_Duarte tú eres el crimen organizado. ¡CÍNICO!” Tuitea Miguel Ángel Yunes. Viene otra semana dura.
gomezleyvaciro@gmail.com