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Los 34 minutos del discurso de toma de posesión como gobernador de Nuevo León fueron sobre él, de él. Podría decirse que para él. Marcadamente los últimos que, por el entretejido edípico (constantes evocaciones a su madre) y de delirio de grandeza bien podrán ser un manjar para los psicoanalistas.
“Se han ido los nubarrones y ha vuelto a salir el sol”, concluyó sin timideces Jaime Rodríguez, El Bronco, su mensaje de investidura ante el Congreso local. Lo escuchaban a la izquierda un hierático secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y un apaleado ex gobernador, Rodrigo Medina. El Rey Sol no mostró una libra de piedad y lo mordió repetidamente con la cadencia de un descuartizador profesional y la soberbia del que cree que el beneplácito de arranque del 72% de quienes serán sus gobernados (Gabinete de Comunicación Estratégica) le da derecho a la ofensa justiciera. Botones de muestra: “Hemos encontrado la casa sucia y, para acabar de fregarla, hipotecada (…) Encontramos una corrupción sin llenadera y el delirio de muchos que se creyeron reyes (…) Se les acabó la fiesta a los bandidos”.
¿Qué propuso El Bronco? Propuestas, propuestas, nada. Pidió seis meses para limpiar la casa y revisar las cuentas, lo que puede sonar razonable. A falta de un programa, ofreció un prontuario, un copy and paste de ética pública con lemas marquistas (mandaremos obedeciendo), hits de la primavera (la raza paga, la raza manda), lugares comunes (seremos un modelo de buen gobierno) y más lugares comunes (los políticos no están por encima de los ciudadanos).
Novedosa quizá fue la forma como fraseó que en su administración no cabrán militantes de partidos políticos. Para el aplauso fácil, en cambio, aseguró que ningún familiar tendrá influencia y golpeó de a gratis a Televisa. Clap, clap.
Por eso pienso que lo sobresaliente fue la larga autoexaltación, que se movió dentro de dos fronteras cómodas: “Entiendo lo que les duele y les preocupa” y “Tengan fe, porque hemos hecho historia y la historia nos brinda una oportunidad como pocas para que Nuevo León sea el mejor lugar para vivir de América Latina”. Con él como jinete, claro.
“Soy sencillo y seguiré siendo el Jaime que ustedes conocen”, prometió y confesó que su mayor anhelo es que cuando la gente lo encuentre en la calle, en una taquería, le diga “gracias”. Clap, clap.
A juzgar por los 34 minutos, El Bronco asume el poder proclamando el empoderamiento ciudadano, pero sintiéndose un elegido del destino. Hay redentorismo, por más que diga que nunca ha prometido las perlas de la virgen.
Y hay megalomanía. No recuerdo caso así desde el 1 de diciembre del 2000 con Vicente Fox.
En fin, conoceremos a El Bronco al verlo bronquear. En el poder. Suerte, Rey Sol.
MENOS DE 140. John Kerry meterá está semana a Miguel Ángel Mancera hasta la Casa Blanca. Gran oportunidad para que el jefe de Gobierno fije un discurso.
gomezleyvaciro@gmail.com