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No soy de los que piensan que el ex presidente Carlos Salinas de Gortari es una especie de gran titiritero que en secreto está detrás de cada acción del régimen actual. Creo que esa es una versión que, sobre todo, le conviene a él, y por eso el propio Salinas ha tratado de esparcirla.
Sin embargo, es claro que Salinas influye sobre el mandatario Enrique Peña Nieto y varios integrantes de su equipo, lo que le da una indudable relevancia en la vida pública mexicana.
Movimientos recientes en el gabinete federal han dejado al descubierto, de nuevo, los alcances del ex mandatario más repudiado del país en las últimas décadas.
Por la vía del parentesco, que en su caso es siempre una ruta política y financiera, Carlos Salinas de Gortari tiene una enorme incidencia sobre la secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu, y sobre el nuevo director de Pemex, José Antonio González Anaya. La canciller es su sobrina y el número uno de Petróleos Mexicanos es su concuño. Es reconocido que con ambos mantiene una estrecha, cercanísima, familiar relación. Y ellos dirigen dos dependencias que marcan la imagen de México en el extranjero —afuera, Salinas también tiene fama e intereses— y representan poder y dinero.
Igualmente, el ex primer mandatario es muy cercano al nuevo subsecretario para América del Norte, Paulo Carreño King. El recién incorporado a la Cancillería es hijo del ex vocero e íntimo colaborador de Salinas de Gortari, José Carreño Carlón, actual director del Fondo de Cultura Económica, y se sabe que sostiene una relación propia con el ex mandatario.
Pensar que Claudia Ruiz Massieu, José Antonio González Anaya y Paulo Carreño son lo que son sólo por Salinas, pues carecen de talento, trayectoria y logros propios es una simplona conclusión que suena más a activismo que a análisis. Decir que Salinas no influye y mucho en ellos es estar desinformado.
Salinas se alimenta de estas cercanías. Más allá de la ficción, más allá de la leyenda de la “mano que mece la cuna”, del aura mística de la que quiere aprovecharse, su acceso real le permite mantener una buena tajada de poder y le facilita acceso de primer nivel, información privilegiada, influencia en decisiones relevantes y al final, la posibilidad de que él y sus aliados hagan negocios.
Salinas es menos de lo que él quiere que creamos, pero más de lo que oficialmente se acepta que es.
SACIAMORBOS. Basáñez no pudo quitarse la cachucha de académico. No entendió la representación que llevaba en sus hombros ni leyó con claridad lo que se necesitaba en el actual momento político mexicano y estadounidense. Esto le hizo cometer varias imprudencias públicas que terminaron por descomponer su relación con la canciller. Sada, su relevo en Washington si el Senado acepta, tiene muy buena fama entre sus colegas y colaboradores de la SRE. Era la apuesta del ex canciller Meade para sustituir a Medina Mora, pero el Presidente prefirió a Basáñez. Siete meses después se le hizo. Habrá que ver qué tienen en mente en el gobierno cuando susurran que el cambio fue para enfrentar a Trump.
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