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El fin de semana, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tuiteó un video en el que aparecía participando en una lucha libre hace años. Lo modificó para que en lugar de la cara de su rival, a quien tundió gozosamente, apareciera el logotipo de CNN.
Los fanáticos de Trump estallaron en júbilo, aplaudieron a rabiar (la selección del verbo no es casual) a su líder que se queja ya no sólo de que la cadena difunde noticias falsas sino que ahora habla de fraude en la información. Del fake news ya escaló al fraud news. Y le cambia CNN por FNN (Fraud News Network).
Ante el tuitazo, CNN expresó que era un día triste, que ellos seguirían haciendo su trabajo y que ojalá Trump empezara a hacer el suyo. Una de sus colaboradoras, Ana Navarro, fue más allá: “Trump va a terminar logrando que una persona de los medios de comunicación sea asesinada, con esta invitación a la violencia. Quizá entonces, se detendrá”.
Tiene toda la razón. En un ambiente polarizado —insisto— a las palabras no se las lleva el viento. La agresión verbal, la descalificación, el insulto es una primera agresión que además abre la puerta a ataques más graves.
Ojalá no acaben como en México.
Aquí, el mal ejemplo también cunde.
Según datos de la organización Artículo 19, dedicada a la protección de la libertad de prensa, el año pasado la mayoría de las agresiones contra periodistas fueron perpetradas por funcionarios públicos, incluyendo policías y militares.
¿Qué sentirá un jefe policiaco, un alcalde, un gobernador, cualquiera de sus colaboradores cuando ve que el presidente Enrique Peña Nieto minimiza las denuncias de ataques a la libertad de expresión y lo del espionaje hasta lo arroja al cajón de las ridiculeces y nimiedades? Quizá deduzca que la impunidad permea y que se vale eso y más sin que haya consecuencias.
¿Qué pensará un militante enardecido por el discurso radical, un dirigente partidista, un operador político que controla grupos de choque y maneja mucho dinero cuando ve que el presidenciable Andrés Manuel López Obrador ataca a quien lo cuestiona, insulta, descalifica y calumnia a periodistas y medios? Quizá deduzca que la impunidad permea y que se vale eso y más sin que haya consecuencias.
Peligrosa ruta.
El tema de la violencia y el acoso contra periodistas todavía puede ponerse mucho peor. Tanto en México como en Estados Unidos. Ojalá que antes de que esto pase los líderes se asuman como tales.
SACIAMORBOS. O no le entienden o quieren que nadie entienda. Pero en esto de la investigación de espionaje se ve un intento oficial por mezclar los casos de dos empresas diferentes con dos distintos softwares para espiar: NSO y Hacking Team. ¿Qué ganan? Aumentar la lista de sospechosos. Basta recordar que mientras el New York Times, que centró su revelación en NSO, señaló que detrás del espionaje estarían tres dependencias del gobierno federal, la PGR usó su primer boletín de reacción para enlistar también a gobiernos estatales y empresas privadas.
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