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La Comisión Nacional de Seguridad, encargada de las cárceles federales en nuestro país, decidió contratar a la Fundación Kaspárov para impartir clases de ajedrez a los más peligrosos criminales del país.
La Fundación recoge su nombre del ruso Gari Kaspárov, quien fue el campeón de ajedrez más joven de la historia, convertido en uno de los más valientes opositores al presidente Vladimir Putin.
En la recta final del año pasado la Fundación ofreció sus cursos en el penal de máxima seguridad del Altiplano, en Almoloya.
Según el diagnóstico de las autoridades penitenciarias, fue un éxito: los “incidentes” entre internos se desplomaron durante el periodo en que el ajedrez se volvió el tema de conversación, la actividad de moda.
Me refirieron que uno de los más destacados ajedrecistas resultó ser Jean Succar Kuri el pederasta de Cancún. El vencedor del torneo fue un secuestrador cubano. Lo atribuyeron a que en la isla —influencia rusa al fin— el ajedrez forma parte de la educación básica de los niños.
Pero lo que más les llamó la atención fue el comportamiento de uno de los considerados criminales de más alta peligrosidad de todo el país, que se encuentra en el área de Tratamientos Especiales de la cárcel del Altiplano: Servando Gómez Martínez, La Tuta, quien fue dirigente de los cárteles La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios.
En una actividad de acompañamiento al torneo, los internos del Altiplano fueron convocados para pronunciar frente a internos y directivos un discurso sobre el ajedrez. Y cuentan que lo de La Tuta quedó para los anales de la historia:
Engolada la voz, leyó lo que presentó como “un monólogo sobre las piezas de ajedrez”. Empezó a discernir sobre cada una de las figuras del tablero: “Mis fieles Peones, avancemos sin miramiento ni contemplaciones, mirada altiva, eliminando a diestra y siniestra a nuestros adversarios, defendiendo a nuestro noble y poderoso Rey… Torres vigías, no sucumbamos ni nos desmoronemos ante el embate de las huestes invasoras, que se escuche el clarín desde sus magistrales alturas…”.
Ya en ese momento, más de uno se acomodaba en la silla. ¿Estaba La Tuta hablando nomás de ajedrez o era una metáfora de la vida de los cárteles? ¿Aquello se estaba convirtiendo en una apología de la actividad criminal?
Servando Gómez seguía: “Caballos hermosos, al galope. Tú que brincas y saltas para mutilar a nuestros enemigos cual si fueras un ave… no tengan miedo a perder la vida, la recompensa es la libertad... ¿Quién no da orgullosamente su vida por aquel personaje que con sus sabios actuares y noble forma de reinar hace que sus gobernados y sus comarcas gocen de total paz, libertad y soberanía?”.
Tal vez poseído por el recuerdo de los rituales de iniciación en cuevas de la sierra michoacana para el cártel de Los Caballeros Templarios, en medio de espadas, velas, armaduras, cruces medievales, lecturas religiosas y símbolos sectarios, se dejó ir, fuera máscaras: “Alfil, fiel y noble consejero de nuestro Rey, valeroso guerrero que con espada Templaria y dolorosa traspasas a nuestros enemigos de lado a lado y de punta a punta en el campo de batalla de forma eficaz y fulminante, atravesando las líneas enemigas y dejando atrás la sangre derramada de nuestros adversarios”.
Las autoridades penitenciarias, los funcionarios federales, se quedaron congelados. ¿Una catarsis? ¿Un ejercicio de reclutamiento? ¿Un discurso apologético? ¿Una anécdota sin consecuencias? Optaron por lo último. El video completo puede consultarse en www.carlosloret.com.
historiasreportero@gmail.com