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Está por cumplir seis meses en el poder y él ha cambiado poco. Parece que el resto del mundo es el que ya aprendió a lidiar con los desplantes de Donald Trump. Ahora falta ver qué tan disruptivo es en el fondo.
Hace unos meses, un tuit, un comentario suyo, hasta su lenguaje corporal, generaban tormentas de opinión, huracanes en los mercados.
A fuerza de ser inusual, se volvió predecible.
Así lo demuestra su participación de este fin de semana en la reunión del G20 en Hamburgo, Alemania.
No es que haya perdido poder ni capacidad de generar catástrofes verdaderas desde su posición como presidente de la mayor potencia mundial, pero al menos sus desplantes, sus patanerías, sus salidas de tono ya no parecen asustar.
La foto que destacó The Washington Post es elocuente: Trump sentado solo, con las manos juntas, sin saber a dónde mirar, mientras los demás líderes mundiales se habían levantado de sus asientos y conversaban en pares o en grupos detrás de él. “Creciente aislamiento de Estados Unidos en el G20”, tituló la versión online del periódico la pieza que acompañaba a la imagen.
Como un niño al que los adultos dejan de hacer caso cuando hace rabietas o molesta a sus compañeros. El temperamento de Trump ya perdió efecto. Sus pares ya lo descifraron. Poner en su lugar a su hija Ivanka durante algunas ausencias ya no fue más que una anécdota previsible. Nadie le hizo caso, nadie se escandalizó como al principio.
De su reunión con el presidente de México, desde que se anunció, la mayoría de los analistas dijeron esperar un encuentro sin mayores consecuencias y advirtieron de la posibilidad de un exabrupto trumpiano antes, durante, después. Y así ocurrió.
Se cubrió el expediente de que se reunieran por primera vez y hubo una anécdota al final sobre el muro. Aún se discute si hablaba con su secretario de Estado, Rex Tillerson, o si soltó el “absolutamente” para contestar la pregunta de si México pagará por el muro, para incomodar a
Peña Nieto.
El punto es que ya nadie se asusta del cada vez más irrealizable muro y ya todo mundo sabe que es imposible que México pague por él.
Lo importante, la verdadera medida de los planes del gobierno de Trump frente a México, se verá pronto, cuando se inicien las negociaciones formales sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, a partir del 16 de agosto.
Y lo relevante no estará en tuits, bravuconerías, fantochadas, amenazas ni actitudes del presidente de Estados Unidos, sino en lo que pongan en papel los negociadores de ambos países. Es menos espectacular, pero es ahí donde hay que poner los reflectores.
SACIAMORBOS. En Washington, la comidilla es su débil actitud frente al líder de la potencia que se entrometió en su elección. Un “nosotros no fuimos” le bastó para ofrecerle cooperación y amistad.
historiasreportero@gmail.com