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Tras las elecciones estatales de hace un año, el 5 de junio, el PAN quedó en posición de ser considerado el partido que se perfilaba para llegar con ventaja a la contienda presidencial de 2018, tras la debacle priísta de ese momento.
En los siguientes doce meses, los panistas parecen haber entendido sólo que parecían el partido a vencer. La pugna interna entre los aspirantes a la candidatura presidencial se exacerbó.
Hoy, el panorama triunfal de 2016 ya no existe. Una derrota aplastante que llevó al partido al cuarto lugar en el Estado de México y otra derrota —preliminar e impugnable, sin duda— en Coahuila, no permiten a los panistas destapar la champaña. Perdieron parte de lo ganado.
Después de los triunfos de 2016, Ricardo Anaya se montó en ellos para justificar el control absoluto que ejercía sobre el proceso como presidente del partido.
Tanto Margarita Zavala como Rafael Moreno Valle anunciaron públicamente su legítima aspiración a la candidatura. Sus grupos no dudaron en hacerle la guerra al de Anaya.
A la elección de junio de 2017 el PAN no llegó unido. Y todo indica que sale de ella francamente dividido y ya con el proceso para elegir abanderado para 2018 apretando.
La exigencia de Zavala —y del calderonismo que representa— de que Anaya dejara la presidencia del partido podía ser desdeñada porque venían los procesos estatales. No era el momento de dirimir la pugna por la candidatura presidencial, por más que se afanaran en ello la ex primera dama y el ex presidente Felipe Calderón.
Hoy es al revés. Ya no hay pretexto para que Anaya no abra el proceso y se decida a permitir una contienda pareja entre los que aspiran: los tres mencionados y otros que ya levantaron la mano como Juan Carlos Romero Hicks, Ernesto Ruffo y hasta Luis Ernesto Derbez.
Ya no puede Anaya seguir jugando como presidente del partido y contendiente por la candidatura. Rafael Moreno Valle deberá probar a los panistas que no sigue siendo priísta —o elbista— y responder a las dudas sobre su actuación en las elecciones del domingo pasado, como las expresadas públicamente por el ex líder nacional Germán Martínez.
No se ve que haya prudencia suficiente ni en el anayismo ni en el calderonismo ni en el morenovallismo para procesar su contienda interna sin llegar a las divisiones. De cómo lo hagan dependerá que lleguen a la elección de 2018 con fuerza para competir o que se profundice el declive que comenzó el domingo pasado.
La imagen de Josefina Vázquez Mota hundida en el cuarto lugar sin que nadie en el PAN interviniera para corregir los errores repetidos de su fallida candidatura presidencial de 2012 puede ser un aviso de lo que podría ocurrir si se despedazan entre panistas.
SACIAMORBOS. Otro que debe estar francamente nervioso por la detención de Roberto Borge, ex gobernador de Quintana Roo, es el político priísta quintanarroense que lo volvió gobernador, y que durante todo su mandato lo manejó. Claro, tiene fuero en el Senado.
historiasreportero@gmail.com