Ha sabido sobrevivir en política por décadas. Es factor de poder. De los que inciden, mueven los hilos. De los que se adaptan al soplar de los vientos. De los que no tienen victorias definitivas pero tampoco derrotas eternas. De los que intuyen cómo acomodarse, que seleccionan agudamente las batallas que van a dar y buscan negociar el resultado antes de dar la pelea. De los que han desarrollado un notable profesionalismo en cooptar a sus opositores, intimarlos antes de intimidarlos. De los que escogen con mucho cuidado a sus enemigos, pero aún mejor a sus aliados y a sus socios.

El domingo debió haber sido un buen día para él. Desde afuera pintaba para eso. Lo que parecía el Día D, con D de desastre, de debacle, terminó en la proclamación de un triunfo inesperado en el Estado de México y en una de esas, también en Coahuila.

Pero la euforia se truncó esa noche. El brindis de la victoria se transformó en bebida para ahogar la pena: esa noche cayó otra de sus creaciones. Esa noche, en la que debía levantar los brazos por su partido, se enteró que habían capturado a un joven a quien se conoce como su ahijado político, su protegido, su socio. Brota en denuncias y señalamientos en público y en privado. Se dice y se sabe en los pasillos del poder.

Después de ufanarse de su libertad, de gozar con dispendio su séptimo año, de burlarse de los cuestionamientos periodísticos y las denuncias por sus corruptelas, Roberto Borge Angulo fue aprehendido en Panamá.

Lo ha de haber cimbrado la noticia. Esa noche, la dulce victoria colectiva apagada por la amargura de la derrota personal.

Durante años, él intentó frenar la acción de la justicia contra Borge. Y lo logró por un tiempo insospechado, si consideramos la desfachatez con que se comportó el ex mandatario. Como se sabe que es uno de los pocos con acceso al oído del presidente, una llamada, un mensaje de texto, un café con una recomendación conllevan un peso enorme. Y además, siempre ofrece algo a cambio. Eso, en política, es oro molido.

Mala racha. Otra de sus creaciones, otro de quien se ha denunciado es su socio, su ahijado político, su protegido, la está pasando mal. César Duarte, el ex gobernador de Chihuahua. Sus gestiones para convencer a las instancias federales de que “César era rico desde antes de ser político” estaban funcionando. Pero topó con pared frente al nuevo gobierno estatal, que le giró orden de aprehensión. Otro prófugo de la justicia está quizá cerca de arruinarle algún otro festejo.

Mala racha. El fortalecimiento de Luis Videgaray, su más acérrimo rival en el primer círculo presidencial, lo tiene descuadrado. Esa era una victoria ya obtenida. Videgaray estaba fuera. Pero lo regresaron cuando ganó Trump las elecciones. Y se sabe que el primer mandatario está doblemente feliz con su canciller: por las gestiones para contener y moderar hasta ahora el tsunami que amenaza desde el norte, y por la colaboración de él y los suyos para el domingo.

Mala racha para Emilio Gamboa.

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