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En Venezuela ya no hay dudas. El grupo gobernante está decidido a usar todo el poder del Estado para sostener a un régimen que ha dejado atrás cualquier intención de apariencia democrática y que responde a los intereses de una muy pequeña porción de la sociedad.
El camino del gobierno de Nicolás Maduro hacia una dictadura declarada ha sido lento pero consistente. Nunca se distinguió por ser un régimen con vocación democrática, pero en los últimos meses ha dado pasos inequívocos hacia el autoritarismo que siempre negó en el discurso.
El martes, Maduro terminó de quitarse la careta: lo que no logremos con los votos lo haremos con las armas, dijo.
Los errores de su gobierno generaron primero una crisis económica que pegó poco a poco a todos los estratos de la ciudadanía venezolana. El resumen de hasta dónde se ha profundizado está en la cifra actual de inflación: 720 por ciento al año. Es como si los precios se duplicaran cada mes y medio.
De manera inevitable, la pérdida de poder adquisitivo, la escasez de productos básicos e incluso el hambre, se tradujeron en la pérdida de apoyo electoral. La base chavista, que era hasta hace un par de años cercana a la mitad del electorado, se diluyó aceleradamente. No fue sorpresa así que la oposición ganara de manera contundente la mayoría en la Asamblea Nacional.
Y ese fue el punto de quiebre. El gobierno nunca aceptó el veredicto de las urnas. Y este año, cada vez con menos apoyo popular y crecientemente aislado en la escena internacional (particularmente por el sistemático encarcelamiento de opositores políticos), dio el primer paso hacia la dictadura con una maniobra legal para anular las facultades del Congreso, de mayoría opositora.
Ante las presiones, reculó, pero no del todo. Y después respondió con represión a las protestas que desencadenó ese paso antidemocrático. Más de 80 personas muertas en tres meses de manifestaciones lo dicen todo.
Ahora, Maduro quita poderes a la Fiscalía, encabezada por una chavista en rebeldía, para dárselos a la “Defensoría del Pueblo”, un simple eufemismo para una instancia al servicio de lo que dicte el presidente.
La declaración del martes, interpretada justamente por la oposición como una “declaración de guerra”, cierra el círculo. Horas después de este arranque, surgió un dudoso llamado a la rebelión, encabezado por un policía-actor que solía aparecer en promocionales y películas a favor del régimen. El sainete pareció más bien diseñado para justificar el rumbo dictatorial ya escogido.
Los venezolanos han sufrido grandemente en los últimos años. Hoy todo indica que ha empezado la parte más oscura de la noche venezolana.
¿Seguirá siendo impotente el mundo frente a ello?
SACIAMORBOS. El Partido Verde se dijo dispuesto a analizar junto con el PAN, PRD y otros partidos la conformación de un “frente amplio opositor”. ¿Lo dijo nomás por convivir o ya alista una más de sus traiciones?
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