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Ayer mataron a otro periodista. Me cuentan que a Javier Valdez Cárdenas no le gustaba quitarse el sombrero que lo caracterizaba. Puro Sinaloa, florido al hablar, extraordinariamente atento y caballeroso. De esos que escogen cada palabra hasta en los mensajes de texto. Sabía que lo iban a matar si seguía. Se lo decía a quien se lo preguntara.
“A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear en este infierno. No al silencio”, escribió en su cuenta de Twitter el 25 de marzo, tras la muerte de Miroslava Breach en Chihuahua.
Es temporada de caza para asesinar periodistas. La sombría racha alcanza a Javier, Miroslava, Cecilio Pineda Brito, Ricardo Monlui, Maximino Rodríguez y Filiberto Álvarez que han sido ejecutados ¡nada más en los últimos dos meses! Súmele los baleados y secuestrados, que salvaron la vida.
No quiero demeritar ninguna lucha ecologista, pero hasta la vaquita marina merece más atención del poder público que la muerte de estos colegas.
A los gobiernos les vale madres.
Es más, medio les conviene.
Porque prefieren que México sea una vergüenza internacional —considerado por las organizaciones defensoras de la libertad de expresión como el país más peligroso para los reporteros sólo después de Siria— a que exista una prensa robusta en el ejercicio de su labor de contrapeso a los gobiernos federal, estatal y municipal. Periodistas con miedo convienen a los políticos.
El clima de impunidad que impacta a todas las ramas de la vida ciudadana —no sólo a la de los informadores— se encarga del resto.
Y con este amparo, algunos mandan matar, otros retrasan las investigaciones, hay quien se hace de la vista gorda, muchos minimizan los crímenes y existen hasta los que han hecho de la agresión verbal a los periodistas un discurso constante.
Nadie se salva. La letalidad de las balas, la influencia del dinero y la presión del poder político son las principales amenazas contra la libre expresión en México.
Sin Estado que defienda al gremio, destinado el reportero a defenderse con su voz y su pluma de los ataques, no queda más que confiar en el músculo de la sociedad que entiende que no hay desarrollo, democracia y libertad sin una prensa libre.
La pelea es desigual. Y por eso, desgraciadamente, van a seguir matando periodistas.
Ojalá algún día el costo político de que sucedan estos crímenes y/o que permanezcan en la impunidad resulte infranqueable para los políticos en ejercicio del poder. Ese día tal vez empiecen a cambiar las cosas. Algo de ello está en manos de la sociedad.
SACIAMORBOS. La elección en el Estado de México va a probar si es cierta la premisa de que existen políticos inmunes a las acusaciones de corrupción. Eso terminará por delinear las estrategias para la sucesión presidencial de 2018. Otro de los factores por los que se vuelve una contienda estratégica.
historiasreportero@gmail.com