En enero del año pasado, el día que fue capturado por segunda vez en este sexenio Joaquín El Chapo Guzmán, una línea del discurso oficial desató el jugoso apetito de la prensa.
Sin dar mayores detalles, cuando fue presentado El Chapo a los medios de comunicación en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, se informó que se descubrió “la intención de Guzmán Loera de filmar una película biográfica, para lo que estableció comunicación con actrices y productores”.
¿Hollywood y El Chapo? No fue casual la mención aunque no se tratara de lo central del mensaje. Había dos factores. El primero: la víspera de la captura, llegó al gobierno federal mexicano la versión de que estaba por publicarse en la revista Rolling Stone de Estados Unidos un artículo del actor Sean Penn exhibiendo que él se había reunido con El Chapo y que los detalles del encuentro los había acordado con el capo más buscado del mundo mientras el famoso artista se hospedaba en Nueva York en el mismo hotel en el que se quedó Peña Nieto durante una visita a la ONU. El golpe iba a ser seco, brutal.
El segundo factor, según mis fuentes: juntar la captura de El Chapo con el mundo del cine fue una estrategia colateral diseñada desde Los Pinos para despertar más el morbo del público y a la vez complicarle la vida a una actriz que había irritado al gobierno por sus relaciones políticas y sus declaraciones antiPeña Nieto. No había terminado de darse la versión oficial de la captura cuando ya circulaba el nombre del vínculo: Kate del Castillo.
Desde ese instante, el gobierno nutrió la versión de que la actriz había cometido un acto ilegal: se dieron a conocer los cariñosos chats de la estrella con El Chapo, la visita en la sierra sinaloense, se sugirió que ambos tenían una relación de negocios en torno a una marca de tequila, quizá dinero del narco en la producción de su película y la Marina mostró que en la casa de Los Mochis donde fue ubicado el líder del Cártel del Pacífico había varios DVD de La Reina del Sur, la exitosa serie protagonizada por Kate del Castillo.
Ha pasado más de un año y el gobierno federal, que en un inicio declaró públicamente que indagaba qué de ilegal había en la relación Kate-Chapo, nunca presentó una acusación formal. Está claro que no tienen nada contra ella: ni un peso de Guzmán Loera en la tequilera, tampoco en la posible película que se planeaba sobre la vida del capo. Y contactar y reunirse con El Chapo en la clandestinidad cae dentro del terreno laboral y personal.
SACIAMORBOS. Todos los ojos oficiales están en alerta por la sucesión en el Cártel de Sinaloa, por la guerra entre los grupos que quieren heredar el imperio de Guzmán Loera. Inteligencia gubernamental ubica una disputa entre Los Dámasos y los hijos de El Chapo. A esta pugna atribuyen el repunte de la violencia en el estado, un repunte que no ha podido controlar el gobierno y en el que, dicen, tampoco ha podido mediar El Mayo Zambada para calmar las aguas.
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