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No hay modo suave de decirlo: la noche del martes ganó Trump. Ganó mucho. No reconocerlo es perder la perspectiva del adversario. Extraviarse en los detalles y desenfocar la fotografía general es un error que puede salir caro.
Nunca se habían registrado tantas interrupciones por aplausos a un presidente de Estados Unidos hablando ante su Congreso. Noventa y tres. Al terminar la primera comparecencia de Trump ante el Legislativo, el líder de este poder, el joven estrella del Partido Republicano Paul Ryan, mientras caminaba apresurado para salir del Capitolio se limitó a decir: “fue un home-run”. Sí. Un home-run con la casa llena. Trump metió gol de chilena.
Un Trump fortalecido es una mala noticia para México:
1.— Para aquellos que pronosticaban que Trump no terminaría su mandato, que le caería encima un impeachment (algo así como un juicio político), antier los republicanos se mostraron enamorados de su presidente. ¿Sus vínculos incómodos con Rusia? ¿El manejo de su fortuna? ¿Sus pleitos autoritarios con los medios? ¿Su salud mental? En el Capitolio no se notaba ninguno de esos nubarrones. No hubo medias tintas ni se exhibieron dudas o grietas. Los republicanos aplaudieron al magnate a rabiar y hasta de pie.
2.— El martes por la noche, durante los 59 minutos de su primer discurso ante el Congreso, Trump logró demostrar que puede ser más que un tuitero berrinchudo, más que un payaso buleador. Fue capaz de romper los estereotipos, desmentir las caricaturas, zafarse de la imagen de pandillero que lleva años explotando. Trump fue Presidente. Hizo lo que marca el manual de los mandatarios, de los Comandantes Supremos, de los que apelan al sentimiento de la patria para impulsar sus políticas. No dio un paso atrás en ninguna de sus medidas regresivas y equivocadas, de sus promesas de campaña que son un peligro para México y para la estabilidad internacional, no corrigió el racismo y la discriminación que las caracterizan, pero —vendedor profesional al fin— las supo vender mucho mejor: en las elecciones de noviembre obtuvo 46% de los votos, ayer su discurso recogió 79% de aprobación. La búsqueda más frecuente en Google fue “¿Quién le escribió el discurso a Trump?”. Hubo un cambio de tono, y hasta el cierre de esta columna, seguía disciplinado: ningún exabrupto en sus redes sociales.
3.— Y así, mientras Trump abandonaba su propia caricatura, los integrantes del Partido Demócrata se caricaturizaban: para contestar el discurso de Trump que resultó tan bien recibido, los demócratas eligieron a un ex gobernador de Kentucky, de 72 años de edad, físicamente parecido al votante promedio de Trump, sentado en una clásica cafetería americana rodeado de gente con la soltura de un manequin-challenge, defendiendo una batalla perdida que se llama Obamacare.
Con los republicanos aplaudiendo de pie y los demócratas más pasmados que sus comensales de escenografía (callados, sentados, apabullados, deprimidos, desabridos), Trump empieza, ahora sí, su mandato. Y aguas.
historiasreportero@gmail.com