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En la cafetería del hotel Fiesta Inn del aeropuerto de Toluca, los árbitros mexicanos Francisco Chacón, Roberto García Orozco y Paul Delgadillo se miraron en silencio, no queriendo creer lo que acababan de ver por la televisión.
La Federación Mexicana de Futbol (Femexfut) anunciaba —viernes 10 de marzo, 7 de la noche— mínimas sanciones contra los jugadores Pablo Aguilar del América y Enrique Triverio del Toluca. Los silbantes habían pedido la aplicación del reglamento: un año de suspensión por agresión al árbitro.
Contrariados, decepcionados, pero resueltos, les bastó un gesto para saber cuál era el siguiente paso: el paro de árbitros.
El cuarto integrante del grupo que lideró la huelga no estaba ahí en Toluca. Había seguido la transmisión en el vestidor del estadio Luis “Pirata” Fuente, donde se jugaría el primer partido de la jornada 10: Veracruz contra Puebla. José Luis El Negro Camargo se comunicó por teléfono con sus colegas. Él estaba puesto para abandonar el estadio en ese momento. Acordaron hacerlo con elegancia: informar a los comisarios de la Femexfut, avisar a los equipos, explicarles a los dueños de los dos equipos y salirse del recinto sin aspavientos.
García Orozco conecta con su gremio, goza de un fuerte liderazgo entre las más de seiscientas personas que integran la Asociación Mexicana de Árbitros (AMA) que él preside; Chacón es estratega, frontal, arrojado, con trayectoria; Delgadillo es cerebral, inteligente; El Negro Camargo es todo pelea, todo lealtad, todo fe.
Cuatro árbitros, que nunca habían pitado juntos, enfrentaban el partido más complicado de sus vidas.
Eran las 8 de la noche del viernes 10 de marzo y estaban haciendo historia, una historia que había comenzado el día anterior.
Por la mañana del jueves 9 de marzo lanzaron la primera advertencia: García Orozco habló por teléfono con el presidente de la Comisión de Árbitros de la Femexfut, Héctor González Iñárritu, para exigirle que él, como parte de la Federación, empujara sanciones ejemplares contra los jugadores que el miércoles habían agredido —cabezazo uno, empujón otro— a los árbitros Fernando Hernández y Miguel Flores.
¿Qué era una sanción ejemplar? Un año, según su lectura del reglamento. Pero sabiendo la larga historia de castigos flojos de la Federación, los silbantes estaban dispuestos a conformarse con medio año de suspensión a cada futbolista. Así lo habían platicado entre ellos: sería de todas maneras un castigo inusualmente duro.
Pero por la tarde del jueves, a los árbitros les llegó la versión de que la Federación se alistaba para sancionar con una decena de partidos como máximo a los agresores. García Orozco escaló su postura: en su calidad de presidente de la AMA envió una carta a González Iñárritu que incluía una amenaza: sanciones ejemplares o se reservaban el derecho de actuar conforme a sus intereses.
Sacudido por la carta, el viernes 10, Iñárritu citó por la tarde en su oficina a los líderes del movimiento arbitral. Les dijo que antes de que fueran anunciadas las sanciones, el presidente de la Femexfut, Decio de María Serrano, quería hablar con ellos.
Llegaron puntuales Chacón, García Orozco y Delgadillo. En su oficina con ventanales que miran a una cancha de futbol perfecta en Toluca, Decio de María les prometió que serían “sanciones ejemplares” —ese concepto que seguía repitiéndose—, que confiaran en él.
Los tres salieron desconcertados. Habían deducido que los convocaron para cabildear con ellos los castigos concretos, para que los respaldaran, pero en la plática sólo hubo rounds de sombra. No les quisieron adelantar la determinación so pretexto de que no querían que se filtrara a los medios de comunicación. Tenían que conformarse con enterarse por televisión.
De salida del edificio de la Femexfut, en el elevador, Héctor González Iñárritu les contestó la amenaza que le había llegado por carta: los federativos tenían un Plan B, por si los árbitros se iban a paro.
Delgadillo, García Orozco, Chacón se quedaron congelados, trabados también. Faltaban quince minutos para el anuncio. Sólo se les ocurrió ir corriendo a verlo al Fiesta Inn.
¿Y El Negro Camargo? El destino lo había puesto en el lugar ideal en el momento idóneo. Antes de que siquiera se pensara en el paro, la Federación lo asignó a arbitrar esa noche de viernes en Veracruz —quién lo iba a pensar— en el primer partido de la jornada, partido clave para instrumentar el paro. El más aguerrido de los cuatro líderes, en el lugar que hubiera soñado: la primera línea de fuego.
Así que bastó una llamada entre el Fiesta Inn de Toluca y Luis el Pirata Fuente de Veracruz para activar el paro que cimbró a uno de los centros de poder más relevantes de la sociedad mexicana: el futbol.
¿Qué pasó después? ¿Cómo se dieron los cabildeos el fin de semana? ¿Qué pasó con el Plan B? ¿Alguien pudo evitar todo esto?
Mañana, la continuación de esta historia.
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