A la memoria de mi colega Isaac Pérez

Llegó con su chofer en una camioneta Grand Cherokee blanca. Lo estaban esperando en las instalaciones de Televisa el coordinador de entrevistas de la Cancillería, Fernando Aguirre, y la directora de Comunicación Social de la dependencia, Claudia Algorri. Luis Videgaray caminó apresuradamente hacia el estudio de Despierta en Televisa Chapultepec.

Fue el martes de la semana pasada. Estaba por conceder su primera entrevista en cuatro meses que seguramente se habían sentido como años: la visita de Trump, su renuncia al gabinete, la vida lejos físicamente de Los Pinos, la victoria de Trump, su regreso. Demasiadas cosas, demasiado intensas.

Se quejó del frío y pidió un té de manzanilla sin azúcar. Casi ni lo probó. Serio, prácticamente sin hablar, se dejó maquillar y aguardó unos minutos viendo el noticiario en lo que el floor manager le indicó que era momento de sentarse en la mesa para que lo entrevistáramos mi compañero Enrique Campos y un servidor.

Duró casi 40 minutos la entrevista. Un bateador impávido ante bolas rápidas, curvas, tirabuzones, rectas pegadas al cuerpo o de nudillos que buscan morder la esquina. No importa cuál fuera la pregunta ni sobre qué tema, Videgaray contestaba sin aspavientos, en su clásico ritmo y tono. Trump, los errores, el yerno, el aprendiz, el gasolinazo, su culpa, los saqueos, la crisis, el dólar. Y él, imperturbable.

¿La visita? La volvería a organizar. ¿Trump? Hay que negociar. ¿El yerno? Sí, es mi contacto. ¿Muro? No lo vamos a pagar ni rembolsar. ¿El aprendiz? Sí, llegué a la cancillería a aprender. ¿Los saqueos? Condenables. ¿Los armó el gobierno? Una tontería. ¿El gasolinazo? Correcto, inevitable. ¿Usted nos metió en esta? No. ¿Quiere ser Presidente de México? No.

Si se puso como meta reflejar que está de vuelta, si buscó divulgar que goza de nuevo de aquel poder, si quiso mandar un mensaje de que está seguro de sí mismo, lo logró. Y eso leyeron sus amigos y sus rivales. Es un personaje frente al que el mundo de la política no permanece neutral.

¿Cómo podía mostrarse tan seguro en medio de un gobierno tambaleante? Lo entendí después: con el paso de los días varias personas me comentaron fuera del aire la entrevista, entre ellas, personajes centrales del actual gobierno federal. ¿Por qué tan seguro Videgaray? Porque todo depende de él.

Porque es cierto que el presidente Peña Nieto diagnosticó que sólo tiene un puente con Donald Trump y ese puente es su entrañable Luis. Porque en el gobierno todos lo han volteado a ver como el que puede rescatar el barco. Porque en la administración federal han concluido que de lo que logre Videgaray con Trump dependen la economía mexicana y el destino de la actual clase gobernante. Porque al final, y en eso coincidieron, todo depende de Luis Videgaray.

Y se ve que a él le encanta cargar esa losa.

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