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En esto del periodismo, hay de todo: días buenos, regulares y malos. En televisión, radio, periódicos, revistas y portales. Me acuerdo que el 22 de septiembre fue un día bueno para los que trabajamos en “Despierta…”, el noticiario a mi cargo en Televisa.
Logramos amarrar una mesa entre los presidenciables del PAN. La primera vez que debatían Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle. El encuentro, al que se enlazó vía satélite Gustavo Madero, fue retomado por prácticamente todos los medios de comunicación.
Encima de todo, en esa mesa, el gobernador poblano aprovechó para dar otra exclusiva: por primera vez anunció abiertamente su intención de contender por la Presidencia. Este destape fue también retomado por prácticamente todos los medios de comunicación del país.
A los pocos días, me enteré que el PRD me había demandado ante el INE. Sin ninguna prueba, consideró que la intervención de Moreno Valle en el programa había sido pagada por él. La estupidez de la acusación resalta no sólo porque se trataba de una mesa de debate (en la que hubo señalamientos, polémica, preguntas duras… ¿quién habría pagado por algo así?) sino porque cuestionaba mi motivación notoriamente periodística (dos exclusivas ampliamente retomadas).
Pero bueno, ya sabemos cómo se las gastan los políticos.
Detrás de esta demanda —que hace unos días obviamente perdió el PRD en tribunales— hay una discusión mucho más amplia: los políticos pagando ilegalmente a medios con tal de recibir publicidad disfrazada de noticias.
Yo estoy totalmente en contra de esos pasquines que se dedican a rendir pleitesía a los políticos, que los nutren de elogios en sus portadas a cambio de jugosas sumas de dinero, y luego promocionan dizque la revista o el periodiquito, pero en realidad publicitan al protagonista de su portada, y llenan de anuncios espectaculares, vallas, parabuses, módulos de valet parking. También estoy en contra de las entrevistas pagadas porque me parece violan la esencia del periodismo y significan un flagrante conflicto de interés (son temas controversiales, pero esta es mi posición y la he respaldado con mi manera de actuar).
Me parece por ello loable que la autoridad electoral busque identificar a quienes no los motiva el periodismo sino la publicidad disfrazada y trate de evitar que violen la ley realizando actos de campaña disfrazados de noticias.
Pero en ese camino, el INE actúa como Donald Trump: incapaz de discernir entre los mexicanos valiosos (la inmensa mayoría) y los pocos que son criminales, los tacha a todos de asesinos, narcos y violadores.
Así le hace el INE con la prensa: la semana pasada dictaminó medidas cautelares para que el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, no pueda dar entrevistas en las que promocione su gestión de gobierno.
El fallo del INE no discierne entre el periodismo y la propaganda. Y daña con ello la libertad de expresión:
Si mañana cae ceniza del Popo, el periodista no le puede preguntar qué medidas está tomando el gobierno para proteger a la gente y el gobernador no puede contestarlas porque estará presumiendo su gestión de gobierno y el INE se le va encima. Si hay un asesinato, ni cómo cuestionarle de los operativos para capturar a los responsables y ni cómo informar él si logró detenerlos.
Para solucionar un abuso, el INE quiere abusar de todos. Si el ladrón se esconde entre la multitud, que arresten a la multitud. Como Trump, pero en versión mexicana.
historiasreportero@gmail.com