Cuentan los que son del primer círculo de Enrique Peña Nieto que el Presidente tiene muy buenos amigos en su gabinete… y Luis Miranda. Que el recién nombrado secretario de Desarrollo Social es por mucho el más íntimo. No necesariamente el que más influye políticamente, pero aquel con quien el primer mandatario se siente más relajado, más cómodo, más en confianza, su cuate, cuate. Y eso se nota en la interacción entre ambos.

Quizá por eso desde que era gobernador mexiquense, Peña Nieto encargó a Miranda los asuntos que los políticos sólo ponen en manos de alguien cuya lealtad está a prueba de todo. Amarres, negociaciones, pactos que buscaron ser secretos eran tarea de Luis Miranda. Cuando el equipo llegó a Los Pinos, lo mandaron de subsecretario de Gobierno, la segunda posición más relevante en la Secretaría de Gobernación. Para encargarse del trato con los gobernadores, pero sobre todo para ser interlocutor de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), frente a quienes echó mano lo mismo de dinero, flexibilización de leyes y hasta órdenes de aprehensión, según se fuera necesitando.

En todo este derrotero, siempre imaginé que al despertar, Luis Miranda bajaba de la cama y le esperaba en el buró la muda de ropa para ese día: un grueso traje de neopreno.

El 7 de septiembre su destino dio un vuelco. El presidente Peña Nieto lo nombró secretario de Desarrollo Social. Por sus vasos comunicantes con su tierra natal, el Estado de México, se convirtió casi automáticamente, en el imaginario público, en un precandidato priísta a la gubernatura.

Pero el pasado lunes 3 de octubre, Luis Miranda Nava dejó poco a la imaginación: se reunió con aproximadamente sesenta colaboradores en la secretaría a su cargo y se destapó. Les dijo que iba por la candidatura priísta al gobierno del Estado de México, considerada la joya de la corona electoral mexicana.

El PRI enfrenta en esa entidad el desafío político más relevante del próximo año. Se considera que si pierde la gubernatura, estaría aniquilado de la carrera presidencial en 2018. El PAN y el PRD exploran una alianza para garantizar la derrota del PRI. El gobernador Eruviel Ávila ha puesto a sus operadores a trabajar para dinamitar esa posible coalición y minar o cooptar también a los grupos y organizaciones afines a sus opositores.

El gobernador y el Presidente tendrán que ponerse de acuerdo en el candidato del PRI. Por ser la tierra de ambos y por ser tan estratégica la contienda. Luis Miranda ya está en la lista. Pero no va solo. Están también el diputado Alfredo Del Mazo, quien ya la buscó una vez, se disciplinó y luce puntero en las encuestas; Carolina Monroy, secretaria general del PRI, familiar del presidente Peña y con buena posición en los sondeos; Ana Lilia Herrera, secretaria de Educación mexiquense; Ernesto Nemer, de Profeco, quien también la vuelve a buscar; José Manzur, secretario de Gobierno local; Carlos Iriarte, líder estatal del PRI; Indalecio Ríos, munícipe de Ecatepec; y hasta Alfonso Navarrete Prida, secretario del Trabajo del gobierno federal.

El Estado de México va a dar muchísima nota.

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