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Desde que Salinas de Gortari nombró a Luis Donaldo Colosio al frente de la Secretaría de Desarrollo Social y luego lo hizo candidato a la Presidencia se concluyó que la Sedesol era la nueva incubadora de delfines políticos: cartera llena para que el funcionario recorra el país regalando cosas, crezca en popularidad y establezca redes de apoyo.
Desde entonces, cada que alguien ha entrado a Sedesol se considera en automático presidenciable. Esto derivó en que a lo largo de los más de veinte años que han transcurrido desde ese episodio Salinas-Colosio, los partidos de oposición (PAN, PRD y el mismo PRI, en distintos momentos) han establecido toda suerte de candados para que no se puedan usar electoralmente los millones destinados al combate a la pobreza.
Hoy, el grueso del presupuesto de Sedesol está etiquetado y su ejercicio es muy vigilado por rivales políticos, sociedad civil y medios de comunicación. Hay margen de maniobra, claro, pero cada vez menos.
José Antonio Meade estuvo como secretario de Energía y Hacienda con el panista Felipe Calderón. De ahí saltó a Relaciones Exteriores al arranque del sexenio priísta de Peña Nieto, quien hace un año lo reubicó en Sedesol. Se interpretó como que Peña Nieto abría la baraja de la sucesión presidencial en su partido y ponía a correr a Meade por la silla grande, junto con Osorio, Videgaray, Nuño, Eruviel, Beltrones y Rosario. Se han ido borrando nombres de esa lista.
Ayer Meade fue nombrado al frente de Hacienda. Y muchos pensarán: quitarlo de la Secretaría populista y llevarlo a la neoliberal es sacarlo de la carrera; removerlo del cargo de repartir despensas y ponerlo a cobrar impuestos es anularlo. No creo. No en el México del siglo XXI, donde el secretario de Hacienda domina el presupuesto de todo el gobierno: a su escritorio llegan a pedir recursos otros secretarios, gobernadores de todos los partidos, líderes legislativos y judiciales, empresarios, con quienes puede establecer alianzas de mayor calado.
Para un perfil como el de Meade, pasarlo de Sedesol a Hacienda es un reimpulso a sus aspiraciones. Más allá. Es también una señal de Peña al PAN: poner en la primera fila de la carrera dentro del PRI a alguien con quien la base panista tiene vasos comunicantes, alguien con quien pueden hacer una alianza de facto rojos y azules si se les vuelve inalcanzable López Obrador.
Ese siempre ha sido un escenario que han contemplado en la cúpula del poder, tanto priísta como panista, con todos los bemoles que implica y lo prematuro para hablar de ello. Falta ver si el PAN quiere cuando el PRI va perdiendo 7-0.
En lo que se define, hay que ir anotando todo: como la singular presencia de Osorio Chong ayer en el anuncio de los cambios, aun cuando no tenía nada que ver.
SACIAMORBOS. ¿Qué hará el saliente? Un personaje así no desaparece. ¿Perseguirá la elección en Edomex o querrá volverse multimillonario en la iniciativa privada? ¿Miranda en Sedesol es una pista?
historiasreportero@gmail.com