Desde hace algunas semanas, durante las cuales el gobierno federal y su partido han tratado de evadir por cualquier ruta la creación de un Sistema Nacional Anticorrupción que verdaderamente combata este mal, he platicado con muchos colegas periodistas, analistas, activistas que hacen la misma crítica: qué asesores tan torpes tiene el Presidente.

Unos, porque el PRI junto con sus inseparables Verde y Nueva Alianza quedaron exhibidos como el grupo que bloqueaba el avance de las leyes que conformarían este sistema, en momentos en que el votante está decidiendo en función del hartazgo por los gobiernos corruptos.

Otros, porque el gobierno federal no capitalizó a su favor el ánimo social robándole a la oposición la bandera de la anticorrupción, como lo hizo con la igualdad hacia las personas del mismo sexo.

Algunos, porque el gobierno atacó a todo el empresariado, con un ánimo de venganza que exudaron sus operadores políticos en cada declaración tras aprobar —ahora dicen que no se dieron cuenta, ajá— que accionistas y empleados de cualquier empresa que vendiera hasta un lápiz al gobierno tenían que presentar su 3de3.

Hay quien destaca que, tras esta pifia, recibir en Los Pinos a los dirigentes empresariales y ceder a su planteamiento de vetar el artículo que les molestaba de la 3de3 “pirata” sólo refuerza la teoría lopezobradorista de la mafia del poder, de un presidente entregado a los hombres del dinero.

En lo personal, pienso que los asesores tienen poca culpa cuando es el presidente Enrique Peña Nieto quien ha demostrado de casi todas las maneras posibles que no le interesa combatir la corrupción.

No está en sus ideales, no está en su ADN político, no comprende por qué tanta gente la considera prioridad. Para el Presidente, y así lo ha confesado públicamente, la corrupción es parte de la cultura nacional.

¿Qué más pueden hacer los asesores con un jefe así? Los que coinciden con él —y fallan al leer lo que está motivando a la ciudadanía en todo el mundo— reforzarán sus aversiones al Sistema Nacional Anticorrupción y a quienes lo impulsan.

Y los que no coinciden con él, tratarán de matizar su imagen agendándole reuniones que lo hagan ver abierto, dialogante, dispuesto a corregir, comprometido con el combate a la transa, y encontrarán algún resquicio para convencerlo de vetar a medias esa ley.

Porque aquello no fue veto, fue vetito. Un vetito que quitó a la IP la obligatoriedad de que hasta el más sencillo de sus empleados presente la 3de3, pero dejó abierta la puerta a que sigan siendo secretas las declaraciones patrimonial, de impuestos y de intereses de los funcionarios públicos y sus familiares inmediatos. Y en lo que luce como una suerte de pacto de silencio, los dirigentes empresariales no tendrán que presentar su 3de3 y los funcionarios no tendrán que hacer públicas las suyas. ¿Y las 700 mil firmas ciudadanas? Esas no estuvieron en la negociación cupular.

El principal obstáculo que enfrenta el Sistema Nacional Anticorrupción no son el PRI y sus aliados, ni los funcionarios que cabildean para dinamitarlo, tampoco los panistas, perredistas y morenistas que dicen una cosa pero votan otra. El principal obstáculo es el presidente Peña Nieto que no cree en él.

historiasreportero@gmail.com

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