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Desde hace tiempo se toma como premisa que Andrés Manuel López Obrador es quien mejor aglutina la irritación, el enojo, el “mal humor social” por la corrupción en el sistema y el gobierno mexicanos.
Sin embargo, el resultado de las elecciones de este domingo demostraron que López Obrador no es el único capaz de atraer el voto antiestablishment: también el PAN tiene ese atractivo.
El voto antiDuarte en Veracruz, el voto antiDuarte (el otro) en Chihuahua, el voto antiBorge en Quintana Roo, el voto antiYarrington, antiPRI en Tamaulipas, Durango, Aguascalientes, todos los capitalizó el PAN. Ni López Obrador ni algún candidato independiente.
Y lo hizo montándose en el discurso anticorrupción. El paraguas fue la estrategia de spots con el dirigente nacional panista Ricardo Anaya hablando del tema. La gasolina fue el freno del PRI y su aliado el Partido Verde a las leyes del sistema anticorrupción en el Congreso. Y el aterrizaje se dio en campañas como las de Miguel Ángel Yunes en Veracruz y Javier Corral en Chihuahua, quienes prometieron cárcel para los gobernadores priístas de sus entidades.
Así, el PAN se apoderó del ánimo anticorrupción y lo tradujo en votos más eficazmente que Morena de López Obrador y mejor que cualquier candidato independiente.
Este resultado cambia drásticamente el tablero de la sucesión presidencial. Lo vuelve más complejo y atractivo porque se desatan nuevos escenarios.
Aunque él no lo crea, a López Obrador no le va nada mal. Sigue como el adversario a vencer, avanza en entidades clave como Veracruz y Zacatecas, y amarra más la Ciudad de México. Los independientes no pintaron este 2016, pero les alcanza para seguir vigentes con la inercia de El Bronco, quien apenas ganó oxígeno con la acusación contra su antecesor.
En el PAN todo es fiesta. Tanta, que debería empezar a preocuparles la cruda. El éxito de la alianza con el PRD motiva a repetirla y Ricardo Anaya es algo así como Mr. Junio. Las victorias históricas del domingo le dan validez a su aspiración presidencial y lo fortalecen enormemente dentro de su partido, algo muy importante pues son los militantes panistas quienes eligen a su candidato presidencial. Sin embargo, no imagino un brinco en su posición en las encuestas entre el público en general (si alguien quiere seguir haciendo caso de las encuestas). Y además, sus rivales internos no tuvieron malos resultados tampoco: Moreno Valle mantuvo cómodamente Puebla y tres de las seis victorias panistas llevaron en la boleta a senadores cercanos a Roberto Gil, más bien cercano a Margarita Zavala.
En el vapuleado PRI se habla de dos damnificados en automático: Manlio Fabio Beltrones y Miguel Osorio Chong. Beltrones necesitaba un resultado espectacular para brillar en la lista de presidenciables y no lo logró. Osorio, encargado de la política interna, pierde fuerza frente a la élite, pero no imagino que se desplome en las encuestas: seguirá siendo el priísta mejor posicionado y eso le da futuro. O sea que lo tumbaron pero no lo noquearon.
Habrá que ver si el presidente Peña lanza alguna señal que mueva el tablero, porque antes de 2018, en 2017, hay elecciones en tres enclaves priístas: el Estado de México, Coahuila y Nayarit. Pueden ser para el PRI la revancha o la rendición.
historiasreportero@gmail.com