Para los órganos de inteligencia del gobierno federal, los actos violentos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación no van a terminar. Por el contrario, pronostican que se radicalizarán.

La CNTE está pasando por un mal momento en su historia. Quizá vive su tiempo más crítico: baja popularidad, poco arraigo social, menos dinero que nunca y escaso control político.

La Coordinadora, que abreva de las teorías de Mao Tse Tung en su actuar cotidiano, ha sabido por décadas estirar la liga, cobrar réditos de la amenaza (más puestos políticos, más dinero, más prebendas) y relajar la tensión en el momento justo. Han sido maestros en el arte de besar el borde del estallido, para luego regresarse a sus comunidades con las bolsas llenas a contar que todo valió la pena.

Este sexenio, la CNTE llegó en su momento de mayor fuerza histórica a su disputa habitual con el gobierno en turno. Estaba unida, financieramente robusta y con decenas de miles de adeptos gracias a que controlaba por completo la educación en Oaxaca (había ganado las elecciones internas del sindicato en la entidad), y avanzaba en Michoacán, Chiapas, Guerrero y la Ciudad de México.

Pero el gobierno federal actual los sacó de balance al aprobar la reforma educativa y ser firme en la implementación del contenido que hace más daño a la Coordinadora: que los maestros tengan que dar clases y al cuarto día consecutivo de faltas sean despedidos. Eso mermó su capacidad de movilización para realizar paros indefinidos de clases. Además, el gobierno federal, de la mano de la administración de Gabino Cué en Oaxaca, les arrebató el control de la educación en ese estado, les congeló las cuentas bancarias, les cerró la llave del presupuesto y les amagó con órdenes de aprehensión.

Así, Oaxaca, casi de un día para otro, dejó de ser el bastión de la CNTE. Pero ahora lo es Chiapas. La CNTE ganó las elecciones internas del sindicato local con lo que controla esa sección. Esto les garantiza interlocución política, decisión sobre cargos en la estructura de gobierno y acceso al presupuesto educativo.

Y así como por años la CNTE sometió al gobierno oaxaqueño de Gabino Cué, ahora somete al chiapaneco de Manuel Velasco. Oficialmente se promueven acuerdos extralegales con ellos y no parecen resentir que les hayan congelado cuentas también a los de Chiapas.

Encima, no pocos actores de la sociedad están pidiendo doblar las manos en lugar de aplicar la reforma educativa. Es el caso de muchos empresarios, que no quieren que el estancamiento económico que vivió Oaxaca por las movilizaciones de la CNTE se repita en su tierra.

El asunto se pone peor, según los órganos de inteligencia federales, porque movimientos de cafetaleros que han visto desplomarse el precio de su producto, transportistas afectados por la deuda del gobierno con ellos y hasta grupos indígenas históricamente agraviados empiezan a agruparse en torno a la Coordinadora.

Menuda gasolina.

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