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Al momento de ser capturado por primera vez este sexenio, en febrero de 2014, a Joaquín El Chapo Guzmán Loera, líder del Cártel de Sinaloa, le preguntaron qué opinaba de Servando Gómez Martínez La Tuta, jefe de Los Caballeros Templarios.
Sucedió a bordo del avión de la Marina en que era trasladado de Mazatlán a la Ciudad de México, en una plática informal con los elementos de élite que lo arrestaron.
Les dijo que Los Templarios eran “unos rateros mugrosos”, que los de Sinaloa no atacaban a la gente mientras los de Michoacán extorsionaban, violaban, robaban, incautaban empresas y propiedades, secuestraban.
Luego, El Chapo y La Tuta estuvieron a unos metros de distancia durante los cinco meses que coincidieron en el área de Tratamientos Especiales del penal ubicado en Almoloya.
Cuando Guzmán Loera se escapó el 11 de julio de 2015, Servando Gómez aportó a las autoridades un testimonio en ruta con las sospechas del desastre de gestión, si no es que franca corrupción que privaba en esa cárcel federal.
Lo interrogaron la mañana siguiente a la fuga, el entonces titular de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), Felipe Muñoz, y el director de la Agencia de Investigación Criminal, Tomás Zerón.
Les dijo que otra cosa inusual había sucedido la noche de la fuga: la enfermera había pasado a darles la medicina una hora antes de lo acostumbrado. Que le llamó la atención porque en el penal todo sucedía con horario casi inquebrantable. Y que normalmente les suministraban sus medicamentos nocturnos a las 9:30 de la noche, pero el 11 de julio fue a las 8:20 pm.
Relevante, porque durante la hora y diez minutos de diferencia se escapó el más buscado.
Según los peritajes oficiales, huyó a las 8:52 de la noche, tardó 9 minutos en bajar los tres pisos de escaleras que le habían construido y 17 minutos en recorrer, en moto sobre rieles, el túnel de casi 1.5 kilómetros que desembocaba a la bodega junto a una barda perimetral, donde se habían esparcido casi 2 mil metros cúbicos de tierra que se sacaron del subsuelo para abrirle camino al capo.
De ahí, Guzmán Loera abordó una camioneta que en convoy lo llevó hasta una aeropista en San Juan del Río, Querétaro, donde se subió a una avioneta que lo perdió en el Triángulo Dorado de Sinaloa, Durango y Chihuahua, como se enteró usted en estas Historias de Reportero en octubre del año pasado, en el serial sobre la investigación oficial tras la fuga de El Chapo.
El 8 de enero de este año fue recapturado El Chapo. En lo que seguro les pareció un deja vú, lo agarraron los mismos marinos de élite que lo detuvieron en 2014 y conversó con ellos sobre La Tuta. Le preguntaron si seguía pensando que era un ratero mugroso. La opinión había cambiado; según me contaron fuentes indudables, les respondió: “Todo mi respeto para el señor”.
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