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El Informe fue aburrido como lo son todos. El desfile habitual de kilómetros de carreteras, miles de becas, cientos de créditos, se sintetiza en tres datos: el Presidente dedicó tiempo en su reporte anual a hablar de la vacuna contra la parotiditis, la exposición de Da Vinci y el TLC con Panamá.
O lo que es peor: le dedicó a esos tres temas el mismo tiempo que a Ayotzinapa, los escándalos de sus casas y la fuga del capo más buscado del mundo.
A estas alturas pienso que los informes llenan a los resignados y dejan insatisfechos a los ingenuos.
Pero ayer en Palacio Nacional sucedió algo de la mayor relevancia política. Enrique Peña Nieto le cantó el pleito a Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de su partido, Morena.
En la recta final del discurso, cuando los mandatarios suelen expresar el mensaje central de su aparición, el Presidente reconoció el hartazgo de la ciudadanía. Hizo hincapié en la molestia que se recoge también en las redes sociales (donde los lopezobradoristas gozan de un activismo muy influyente) y cómo ésta puede traducirse en una apuesta por las soluciones fáciles y ficticias del populismo.
El argumento tiene como espejo Venezuela y en México se llama Andrés Manuel López Obrador. Su buen sitio en las encuestas y su capacidad probada para volverse competitivo en elecciones presidenciales han encendido alertas. Más aún cuando la administración Peña está descuadrada por los temas que han sido bandera lopezobradorista por años: la corrupción y la pobreza.
El plan no es nuevo en Los Pinos. Desde hace meses rebotan la idea de que el primer mandatario activamente defienda que lo que implican para México las reformas no sea tirado a la basura por el régimen sucesor.
Los especialistas identifican al miedo como uno de los sentimientos que más mueven a los votantes.
Lo entendieron Vicente Fox y Felipe Calderón cuando hicieron campaña contra López Obrador: en spots lo compararon con Hugo Chávez y advirtieron al público que de votar por él podrían perder su casa, su coche, aquello que habían obtenido poquito a poquito gracias a cierta estabilidad macroeconómica. López Obrador, con su intolerancia, antidemocracia, sin proyecto económico que generara confianza, terminó alimentando ese miedo.
El PRI acaba de probar de nuevo el método: en las elecciones federales de este junio iban desplomándose en las encuestas hasta que giraron el enfoque de sus anuncios y presumieron las bajas en las tarifas telefónicas, en la luz, esas pequeñas cosas, esos bálsamos domésticos que el votante sintió miedo de perder. Y el partido repuntó.
El Presidente ya delineó la estrategia contra su rival: mi ruta ya la conocen y tiene defectos, pero es peor la otra vía.
López Obrador lleva años atacando a Peña Nieto. Ayer se anunció el inicio del contraataque. Viene un duelo muy atractivo… por si alguien dudaba que ya era 2018.
SACIAMORBOS. Transmitiendo para Periscope, el primer mandatario mostró la banda presidencial, la asentó y el peso de ésta hizo que empezara a deslizarse para caerse al piso. Reaccionó rápido y le puso la mano encima para detenerla. Esos reflejos…
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