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Le han salido muchos defensores a Elba Esther Gordillo. No me cuenten entre ellos.
Para sacarla del hospital-cárcel donde lleva dos años y favorecerle con el privilegio de seguir su proceso legal desde su casa, primero se buscó desacreditar las acusaciones en su contra. Su abogado, Marco Antonio Del Toro, declaró que La Maestra no quería salir por conmiseración, sino por inocente. No lo lograron.
Entonces se argumentó su estado de salud. Su defensa enlistó una veintena de padecimientos. Es cierto que está enferma. También es cierto que lo ha estado desde hace años. Y así, enferma, quizá incluso en el peor momento de su salud, cuando peligraba su vida por un mal hepático, se mantuvo como dirigente vitalicia del SNTE y fundó el partido Nueva Alianza. Además, considerando que no está encerrada entre barrotes, sino en un cuarto de la torre médica del penal de Tepepan, sorprende que prefiera estar en su casa y no en un hospital.
Puesto de lado lo de la salud, ahora se quiere tildar a la ex dirigente del sindicato de maestros de prisionera política. No lo es porque no está encarcelada por su manera de pensar o su oposición al régimen. Está acusada de robarse dinero y evadir impuestos. Basta ver su edificio en Campos Elíseos de Polanco, sus casas en San Diego, el avión, las encerronas en la tienda de lujo Neiman Marcus, las obras de arte. ¿Todo eso con su puro sueldo de maestra y luego de dirigente sindical? No cuadran las cuentas.
Ya como último recurso, se enarbola la bandera de su edad: que por cumplir 70 años tendría que salir automáticamente. No es automático: según el artículo 55 del Código Penal “no gozarán de esta prerrogativa quienes a criterio del juez puedan sustraerse de la acción de la justicia”. Así como al Chapo Guzmán no le tocaron sus casas ni le decomisaron dinero y ahora puede gozarlos de nuevo, los departamentos, las casas, el dinero de Gordillo ahí están. ¿Que no se puede fugar? ¡Claro que sí! Por años desde San Diego manejó al sindicato y volaba a México sólo para reuniones clave.
Nada más en cárceles del DF hay 200 internos con 70 años o más que aspiran a la prisión domiciliaria. En todo caso Elba Esther debería ser la última de esa lista, no la primera.
SACIAMORBOS. México: Por escándalos de corrupción, el presidente nombra al secretario de la Función Pública. Ese día, le da posesión, le ordena que investigue el conflicto de interés por su casa y la de su secretario de Hacienda, y en el mismo discurso, le adelanta sus conclusiones: no hay conflicto de interés. Medio año más tarde, el secretario determina oficialmente lo mismo. El Presidente y el secretario ofrecen disculpas.
Guatemala: Por escándalos de corrupción, la fiscalía se ayuda de la ONU, imputa al presidente y condena a otros responsables. La vicepresidenta renuncia y la arrestan, también a otros tres del gabinete, caen siete secretarios de Estado. El presidente ofrece disculpas.
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